Aventuras en Mictlán



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Montañitas, donde un grupo de amigos pasaba las horas jugando en el parque. Entre risas y juegos, una misteriosa historia sobre Mictlán comenzó a circular. Mictlán, decían los abuelos, era un lugar mágico al que solo los más valientes podían llegar. Intrigados, los cinco amigos decidieron que tenían que aventurarse en busca de ese lugar.

"¿Pero qué es Mictlán?" - preguntó Lía, la más curiosa del grupo.

"Es un mundo lleno de aventuras, lleno de misterio y criaturas mágicas" - respondió Tomás, el más soñador del grupo.

Así que, creando un mapa con lo que los abuelos les habían contado, se adentraron en el bosque que rodeaba el pueblo. Después de caminar un rato, encontraron un arroyo brillante que parecía guiarlos.

"¡Miren! El agua brilla como si tuviera estrellas dentro!" - exclamó Sofía, asombrada.

Cruzaron el arroyo y continuaron su camino. Al poco tiempo, se encontraron con un enorme árbol anciano que los observaba con ojos gentiles.

"¡Bienvenidos, pequeños!" - dijo el árbol con una voz profunda.

"¡Hola!" - respondieron los chicos, un poco asombrados.

"Soy el Guardián del Bosque. Solo los que demuestran valentía y bondad pueden llegar a Mictlán. ¿Por qué desean ir allí?" - preguntó el árbol.

"Queremos vivir una aventura y conocer cosas nuevas" - dijo Leo, el más intrépido del grupo.

"Está bien, si quieren ir, deben completar tres desafíos. Cada uno les enseñará algo importante" - dijo el árbol, y con un movimiento de sus ramas, abrió un sendero lleno de flores brillantes.

Los amigos avanzaron por el sendero y pronto se encontraron en la primera prueba. Un grupo de duendes estaba tratando de ayudar a un pajarito atrapado en una telaraña.

"¡Ayúdennos a liberar al pajarito!" - pidieron los duendes al verlos.

Los amigos se miraron, sabían que debía ayudar.

"¡Vamos!" - dijo Sofía entusiasmada.

Con cuidado, comenzaron a trabajar en equipo. Leo usó un palo para mover la telaraña, mientras que Lía, con ayudantes de los duendes, sostenía al pajarito. Después de unos minutos de esfuerzo, lograron liberar al pájaro.

"¡Gracias! Ustedes son realmente valientes y bondadosos" - dijeron los duendes con sonrisas.

Los duendes, agradecidos, les ofrecieron un pequeño regalo: un cristal que brillaba con luz propia.

La segunda prueba se llevó a cabo en un claro lleno de flores que cantaban melodías alegres. Allí, se encontraron con un enorme dragón de colores brillantes que se veía triste.

"¿Por qué estás triste, dragón?" - preguntó Tomás.

"He perdido mi canto, y sin él, no puedo volar como solía hacerlo" - explicó el dragón.

"¡Vamos, cantemos juntos!" - sugirió Sofía.

Los amigos comenzaron a cantar, sus voces uniendo melodías. Con cada nota, el dragón se fue iluminando, hasta que su canto volvió a llenar el aire. Con gratitud, el dragón hizo una voltereta en el aire y, al volar alto, dejó caer una pluma brillante que los amigos guardaron como recuerdo.

Finalmente, llegaron a la última prueba, un lago que reflejaba la luz de la luna. En la orilla, una anciana les pidió ayuda.

"Necesito que me traigan agua de este lago, pero solo pueden hacerlo si demuestran amistad entre ustedes" - dijo la anciana.

Los chicos se miraron, lo que parecía ser un desafío estaba más allá de la simple tarea. Decidieron que cada uno aportaría algo especial para llenar el recipiente.

"Yo traeré frutas del bosque" - dijo Lía.

"Yo buscaré las piedras más brillantes" - dijo Leo.

"Yo crearé una canción para animar a todos" - dijo Tomás.

"Yo haré risas para alegrar el corazón" - exclamó Sofía.

"Y yo agradeceré a cada uno de ustedes mientras trabajan juntos" - agregó Marta.

Juntos, cooperaron y así, sin darse cuenta, llenaron el recipiente de alegría y amistad. La anciana sonrió y dijo:

"Han demostrado la fuerza de la amistad. Ahora, pueden llevarse un poco de agua de este lago como símbolo de su unión."

Con el agua mágica y sus regalos, regresaron al lugar donde el árbol los esperaba.

"Han completado los tres desafíos, mostrando valentía, bondad y amistad. Ahora, Mictlán es parte de sus corazones. Siempre que sientan la necesidad de una aventura o deseen ayudar a otros, recuerden lo que han aprendido aquí" - dijo el árbol antes de guiarlos de vuelta a Montañitas.

Y así, los amigos regresaron a casa, no solo con recuerdos de un lugar mágico, sino con lecciones que llevarían para siempre: la importancia de la amistad, la bondad, y el valor de ayudar a los demás. Desde ese día, Montañitas nunca volvió a ser el mismo lugar, porque ellos, ahora, llevaban la magia de Mictlán en su corazón.

FIN.

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