Aventuras Espaciales de Cuatro Amigos
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de amigos muy curiosos y aventureros: Martina, Juan, Sofía y Mateo. Les encantaba explorar y descubrir cosas nuevas juntos.
Un día, mientras miraban las estrellas en el patio de la casa de Martina, a ella se le ocurrió una idea brillante. "¿Qué les parece si construimos un cohete y viajamos a la luna?" -propuso Martina con entusiasmo.
Los demás niños se miraron sorprendidos al principio, pero luego sus ojos se iluminaron con emoción ante la idea tan emocionante. Decidieron que sería su próxima gran aventura. Martina era muy inteligente y conocía mucho sobre cohetes gracias a los libros que le regalaba su abuelo.
Con ayuda de todos, empezaron a recolectar materiales para construir su propio cohete en el garaje de la casa de Mateo. Usaron latas vacías como cuerpo del cohete, cartón para las alas y mucha cinta adhesiva para mantenerlo todo unido.
Después de semanas de arduo trabajo y muchas pruebas (y algunos errores divertidos), finalmente terminaron su increíble cohete casero. Estaban listos para despegar hacia la luna.
El día del lanzamiento llegó y los niños subieron emocionados al interior del cohete. Martina sería la piloto, Juan el copiloto, Sofía la navegante y Mateo estaría a cargo de comunicarse con la base terrestre (que en realidad era el perro callejero del vecindario que siempre estaba cerca).
Con cuenta regresiva incluida ("¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Despegue!"), el cohete comenzó a elevarse lentamente hasta que finalmente salió disparado hacia el cielo estrellado. Los niños gritaban emocionados mientras veían cómo se acercaban cada vez más a la luna.
Sin embargo, cuando estaban por llegar a destino, algo inesperado sucedió: una tormenta espacial los rodeó y comenzaron a perder el control del cohete.
Todos entraron en pánico por un momento hasta que Martina tomó las riendas e intentó maniobrar hábilmente entre los rayos y meteoritos que caían por doquier. Finalmente, lograron atravesar la tormenta ilesos y llegaron sanos y salvos a la superficie lunar.
Al abrir la puerta del cohete, quedaron maravillados al ver lo hermoso que era aquel paisaje desconocido lleno de cráteres brillantes bajo sus pies. "¡Lo logramos chicos! ¡Estamos en la luna!" -exclamó Juan emocionado. Los cuatro amigos saltaban felices por ahí sin gravedad durante horas explorando cada rincón lunar como verdaderos astronautas intrépidos.
Al atardecer decidieron regresar a casa antes de que sus padres notaran su ausencia prolongada. Con lágrimas en los ojos por tener que dejar ese lugar mágico detrás ellos subieron nuevamente alcohete preparándose para despegar rumbo a casa.
Y así fue como aquellos valientes niños regresaron sano ysalvos despuésde haber cumplidoun sueño tan grande como llegarla Luna, dejando atrás no solo huellas lunares sino también recuerdos imborrables.
FIN.