Avía y sus amigos peludos
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Avía. Era un chico de corazón enorme, pero muy pobre. Sin embargo, tenía un tesoro muy especial: cinco gatos y un perro que lo acompañaban en cada aventura. Los gatos se llamaban: Tigre, Nube, Estrella, Canela y Chispa, y el perro se llamaba Rocco.
Un día, mientras jugaban en el parque, Avía y sus amigos animals escucharon a una niña llorando. Se acercaron curiosos.
- ¿Por qué lloras? - preguntó Avía, mirando a la pequeña con ojos llenos de empatía.
- Mi perrito, Max, se perdió y no sé dónde buscarlo - sollozó ella, entre lágrimas.
Avía pensó rápidamente. Tenía una idea.
- No te preocupes, ¡podemos ayudarte! Rocco tiene un gran sentido del olfato. -
Rocco movió la cola y ladró, como si entendiera que tenía una misión.
- ¿De verdad crees que lo encontrará? - preguntó la niña, con una chispa de esperanza en los ojos.
- ¡Sí! Con un poco de ayuda, seguro que sí - respondió Avía.
Así que, junto a la niña, Avía reunió a sus amigos:
- Chispa, vos podés escalar y ver desde arriba. Nube, buscá en los arbustos. Estrella, hacé ruido para que Max te escuche.
Los gatos y Rocco comenzaron a buscar, mientras Avía guiaba a la niña.
- Aquí, Rocco, ¡olora por acá! - ordenó Avía, señalando un camino en el que habían jugado niños antes.
- ¡Mirá! Rocco encontró algo - exclamó la niña, al ver que el perro ladraba enérgicamente.
Los gatos también se acercaron, curiosos, y empezaron a olfatear el aire.
- Este camino parece prometedor. ¡Vamos! - dijo Avía con entusiasmo.
Tras un rato de búsqueda, Avía y sus amigos llegaron a un pequeño parque cercano. Allí, vieron a un grupo de niños jugando.
- ¡Max! - gritó la niña al reconocer a su perrito entre ellos.
Max corrió hacia ella y la llenó de lamidas.
- ¡Lo encontré! - gritó la niña feliz, mientras abrazaba a su perro.
Avía sonrió al ver la alegría en su rostro.
- ¡Qué bien! Nos alegra verte feliz - dijo.
- Gracias a ustedes, jamás lo hubiera encontrado. -
La niña, que se llamaba Sofía, se emocionó tanto que decidió invitar a Avía y sus amigos a una merienda.
- Quiero que vengas a mi casa y les preparemos algo delicioso a tus mascotas.
- ¡Eso suena genial! - gritó Avía, mientras sus gatos maullaban de felicidad.
Así fue como, de la nada, Avía hizo una nueva amiga. Mientras tanto, se dio cuenta de que, a pesar de no tener mucho, siempre había algo que podía dar: amor y amistad.
A medida que pasaban el tiempo juntos, aprendieron que la verdadera riqueza no está en lo material, sino en las conexiones que creamos con los demás. Avía y Sofía continuaron explorando el barrio cada fin de semana, jugando y ayudando a otros niños y animales perdidos.
Un día, decidieron que querían hacer algo más grande. Juntos, organizaron una pequeña colecta de alimentos para los animales del refugio local.
- ¡Vamos a juntar provisiones para que los animales tengan algo rico para comer! - propuso Avía.
- ¡Sí! Podemos hablar con todos nuestros vecinos y amigos.
Y así, con la ayuda de sus amigos y la comunidad, lograron recolectar muchos alimentos para los animales del refugio. Cada semana, Avía, Sofía y sus animals amigos llevaban las donaciones, y la sonrisa en sus rostros iluminaba el lugar.
El tiempo pasó, y el grupo se volvió famoso en el barrio por su bondad. Avía se dio cuenta de que, si bien era un niño pobre, tenía un corazón que brillaba con fuerza. Sofía y Avía siempre se ayudaban mutuamente, aprendiendo que siempre pueden encontrar una solución trabajando juntos.
Así, Avía se volvió un pequeño héroe y un ejemplo para muchos, demostrando que la amistad y la solidaridad pueden superar cualquier obstáculo. Y cada vez que alguien necesitaba ayuda, Avía, Rocco, y los cinco gatos siempre estaban listos para la aventura.
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado, pero la amistad siempre perdurará.
FIN.