Ayudando a Carlitos



Era un hermoso día de sol en la ciudad de Buenos Aires, y todos los chicos del barrio estaban emocionados por la búsqueda del tesoro. Entre risas y charlas, sólo había un problema: Carlitos no había llegado.

"¿Dónde estará Carlitos?" se preguntó Sofía, la líder del grupo.

"No sé, quizás se quedó dormido, como siempre", contestó Lucas, mientras ajustaba su gorra.

"No, eso no suena bien. Tenía que estar aquí para ayudarnos con las pistas", dijo Sofía, mirando a sus amigos, preocupada.

Decididos a encontrar a Carlitos, Sofía, Lucas y Martina, se pusieron en marcha hacia la casa de su amigo. Caminando por el camino de tierra, comenzaron a pensar en qué podría haber pasado.

"Quizás no le gusta buscar tesoros", sugirió Lucas.

"No, eso no puede ser. A él le encanta la aventura tanto como a nosotros", respondió Martina.

Al llegar a la casa de Carlitos, tocaron la puerta, pero nadie respondió. Sofía, preocupada, recordó que Carlitos siempre tenía una colección de mapas de tesoros en su habitación.

"¡Tal vez está preparando su propio mapa!", exclamó Sofía con emoción.

Fue entonces que decidieron colarse por la ventana del patio, donde se podía ver la habitación de Carlitos. Cuando asomaron la cabeza, vieron a Carlitos trabajando concentrado, pero no sobre un mapa, sino sobre una gran caja de cartón llena de juguetes.

"¡Carlitos!", gritaron los tres al unísono.

Carlitos levantó la vista sorprendido.

"¡Hola, chicos! No me di cuenta de que era el día de la búsqueda del tesoro. Los estaba esperando para mostrarles esto. "

"¿Qué es eso?", preguntó Lucas curioso.

"Es una caja de juguetes que quiero donar. Mi mamá dice que hay niños que no tienen nada para jugar y que necesitan un poco de alegría", respondió Carlitos con una sonrisa.

Martina se acercó a la caja y le dijo a Carlitos:

"Es una idea maravillosa, pero, ¿no querías venir con nosotros a la búsqueda del tesoro?"

"Sí, pero pensé que si no lo hacía, tal vez podría ayudar a otros. La aventura puede esperar un poco, ¿no creen?"

Sofía miró a sus amigos y luego a Carlitos.

"Tenés razón, Carlitos, ayudar es muy importante. ¿Pero qué te parece si hacemos las dos cosas? Podemos llevar algunos juguetes con nosotros y después seguir buscando el tesoro. Así ayudamos y nos divertimos a la vez".

Carlitos sonrió de oreja a oreja.

"¡Eso me parece genial! Vamos juntos a entregar los juguetes y después nos vamos de aventuras. ¡Buscaremos el mayor tesoro de todos!"

Así fue como los cuatro amigos se pusieron en marcha hacia la casa de un vecino que sabía que tenía niños menos afortunados. Cuando llegaron, entregaron la caja de juguetes y vieron las sonrisas de los pequeños que los recibieron con alegría.

"¡Gracias, Carlitos! ¡Son los mejores!" gritó uno de los niños.

Sentirse útiles los hizo sentir plenos, pero había un nuevo destino:

"Ahora a buscar el tesoro", animó Sofía.

Así, llenos de energía, se lanzaron a su aventura de búsqueda del tesoro, riendo y siguiendo las pistas que Carlitos había dibujado en su cuaderno.

La búsqueda los llevó por el parque, donde hicieron amigos, subieron a árboles y se burlaron de un pato que los siguió. Justo al lado del lago, encontraron un cofre misterioso.

"¡Miren! ¡Esto debe ser el tesoro!", gritó Martina. Abrieron con cuidado el cofre y dentro había chocolates, caramelos y un mapa que decía: "La verdadera aventura es ayudar a los demás."

"Esto es increíble. ¡Es más de lo que esperábamos!", dijo Lucas con los ojos iluminados.

Todos se miraron y sonrieron.

"Tal vez el verdadero tesoro no sea sólo lo que encontramos, sino lo que hicimos juntos", reflexionó Carlitos.

A partir de ese día, los amigos siempre recordaron que la verdadera aventura era compartir y ayudar a los demás, y que, aunque cada uno tenía su propio camino, siempre podrían encontrar formas de estar juntos y hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, Carlitos nunca volvió a faltar a ninguna búsqueda de tesoros, porque había encontrado el tesoro más grande de todos: la amistad y la alegría de ayudar a los demás.

FIN.

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