Azul, el Guacamayo que soñaba con bailar
En el exuberante bosque de la selva argentina vivía Azul, un guacamayo de plumaje brillante y mirada inquieta. A pesar de ser un ave majestuosa, Azul tenía un problemita: no sabía volar.
Todos los días observaba a los otros pájaros surcar el cielo con gracia y libertad, y suspiraba con la ilusión de ser como ellos. Sin embargo, Azul tenía un talento especial que lo llenaba de alegría: amaba bailar.
Desde que era un pichón, pasaba horas moviendo sus patitas al ritmo de la música que la naturaleza le regalaba. Soñaba con ser el mejor bailarín del bosque y llenar de asombro a todos sus amigos con sus pasos de baile.
"¡Hola Azul! ¿Quieres venir a volar con nosotros?", le preguntaba a menudo el Tucán Tito, un amigo de Azul que siempre lo animaba a intentar volar. "Gracias Tito, pero hoy voy a practicar mis pasos de baile", respondía Azul con una sonrisa.
Pero un día, una noticia puso su mundo de cabeza. El famoso concurso de talentos de la selva se acercaba, y Azul sabía que esta era su oportunidad para mostrar su habilidad al mundo.
Decidió pedir ayuda a Tito y a otros amigos para crear una coreografía espectacular. Juntos pasaron días y noches ensayando, y Azul descubrió que la solidaridad y el trabajo en equipo eran tan importantes como el talento individual. Finalmente, llegó el gran día del concurso.
Ante una multitud expectante, Azul y sus amigos sorprendieron con una presentación llena de energía, color y alegría. A pesar de no poder volar, Azul demostró que el baile era su arte, su pasión.
El público estalló en aplausos y ovaciones, mientras Azul y sus amigos se abrazaban emocionados. Azul comprendió que no necesitaba volar para brillar, porque había encontrado su propio modo de deslumbrar al mundo.
Desde entonces, su baile inspiró a todos los habitantes de la selva, y Azul se convirtió en un ejemplo de perseverancia y amor por el arte. Nunca dejó de bailar, y su espíritu libre se convirtió en una luz de esperanza para todos los que tenían un sueño por cumplir.
FIN.