Azul y el arcoíris mágico



Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo, una niña llamada Azul. Desde que tenía memoria, Azul había soñado con ver un arcoíris. Sus amigos hablaban de ellos con gran entusiasmo, contándole cómo el cielo se llenaba de colores después de una tormenta. Pero nunca había tenido la oportunidad de verlo.

Una mañana, después de una intensa tormenta que había dejado a su pueblo con un aire fresco y renovado, Azul salió de su casa. El sol empezaba a asomarse entre las nubes grises y, de repente, algo increíble ocurrió: un hermoso arcoíris apareció en el cielo. La niña quedó boquiabierta, sus ojos brillaban como si contuvieran un pedazo del sol.

"¡Mamá, mamá! ¡Mirá el arcoíris!" gritó Azul, corriendo hacia adentro.

"¿De verdad, Azul?" dijo su madre, sonriendo, "Siempre es un espectáculo hermoso después de la lluvia. ¿Querés salir a verlo?"

Azul asintió con entusiasmo y ambas salieron corriendo.

"Es el arcoíris más lindo que he visto en mi vida", dijo Azul, mientras contemplaba la gama de colores deslumbrantes.

"Cada color tiene una historia, sabías?" le dijo su mamá. "Por ejemplo, el rojo representa el amor, el azul la tranquilidad, y el amarillo la felicidad".

"¡Quiero conocer esas historias!" exclamó Azul.

Mientras miraban el arcoíris, Azul sintió que el mundo sería un lugar mágico si todos pudieran compartir esos colores.

Pero de repente, notó que algunas nubes oscuras comenzaron a aproximarse nuevamente. Azul se preocupó.

"Mamá, ¿volará el arcoíris?"

"No te preocupes, Azul. Los arcoíris no se van tan fácil. Solo hay que saber mirar con el corazón."

A medida que pasaban los minutos, el arcoíris comenzó a desvanecerse. Azul sintió que su felicidad se desvanecía junto con los colores del cielo.

"¡No! ¡No quiero que se vaya!" gritó.

"Podemos crear nuestro propio arcoíris, Azul," dijo su madre con una idea brillante. "¿Te acordás de esas pinturas de colores que tenés?" Azul memorizó cada una de sus pinturas en la pared de su habitación.

"¡Sí!" exclamó azul, con una chispa de emoción en los ojos. "Voy a hacer el arcoíris más grande del mundo."

Dispuestas a hacer el sueño realidad, fueron al taller de arte de la escuela. Allí comenzaron a pintar un arcoíris gigante en una gran tela.

"¿Cuál será el primer color?" preguntó su mamá.

"¡El rojo!" dijo Azul, y pintó con todo su corazón.

"Es hermoso, Azul," dijo su mamá, mientras amplia su sonrisa.

Cada color que agregaban se sentía como una extensión de la alegría que había sentido al ver el arcoíris real. Al día siguiente, decidieron colgar su obra en el parque del pueblo para que todos pudieran disfrutar de su arcoíris.

El gran día llegó. Los niños del pueblo llegaron corriendo, admirando la obra.

"¡Wow! ¡Qué lindo!" gritó uno de sus amigos.

"¿Cómo hicieron eso?" preguntó otro.

"Lo pintamos juntos para compartir la felicidad," respondió Azul, radiante de orgullo.

"¡Es un arcoíris de amor!" gritaron todos, haciendo que Azul sonriera aún más.

A partir de ese día, la comunidad decidió cada vez que lloviera y apareciera un arcoíris, contar las historias de cada color. Así, Azul no solo había creado su propio arcoíris, sino que también un espacio donde todos podían compartir y aprender juntos.

Nunca olvidó la emoción de aquel primer arcoíris y entendió que aunque a veces lo que amamos se va, siempre podemos encontrar formas de traer de vuelta la alegría.

Así que, Azul siguió pintando, no solo arcoíris, sino también sueños, felicidad y amor, y su vida se convirtió en una obra de arte llena de colores y risas.

FIN.

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