Baila, la abeja soñadora


Había una vez en un hermoso jardín, una abeja llamada Baila. A diferencia de las demás abejas, Baila tenía un gran sueño: quería convertirse en la mejor bailarina del mundo.

Desde que era pequeña, siempre se movía al ritmo de la música que escuchaba en el viento y soñaba con volar por los escenarios más importantes. Un día, mientras recogía néctar de las flores para hacer miel, Baila notó algo diferente.

Una suave melodía resonaba en el aire y sin poder resistirse, comenzó a mover sus patitas al compás. Saltaba y giraba con tanta gracia que logró captar la atención de todas las demás abejas del colmenar. -¡Increíble! ¡Baila es asombrosa! -exclamaban maravilladas.

Pero no todos estaban contentos con los movimientos de Baila. La abeja reina, llamada Doña Zumbona, estaba molesta porque Baila destacaba demasiado y eso le quitaba protagonismo. -Unas cuantas piruetas no te hacen especial, Baila -dijo Doña Zumbona con voz autoritaria-.

Las abejas estamos aquí para trabajar duro y producir miel. Baila se sintió triste por estas palabras pero decidió seguir bailando a pesar de todo.

Sabía que su pasión era lo que la hacía feliz y no iba a dejarla por nada del mundo. Un día llegó al jardín una avispa llamada Freddy quien había oído hablar acerca del talento de Baila. Freddy también amaba el baile y estaba emocionado por conocerla. -¡Hola, Baila! -exclamó Freddy emocionado-.

He oído hablar de tus increíbles movimientos. ¿Podrías enseñarme algunos? Baila sonrió y comenzaron a bailar juntos. Sus pasos se complementaban a la perfección y formaron un dúo imparable.

A medida que Baila y Freddy bailaban cada vez mejor, su fama crecía en el jardín. Las flores se abrían aún más cuando los veían danzar, mientras que las mariposas se posaban sobre ellos como si fueran estrellas de un espectáculo.

Sin embargo, Doña Zumbona no estaba dispuesta a permitir que Baila brillara más que ella. Tramó un plan para deshacerse de la abeja bailarina y así recuperar su lugar en el centro del escenario.

Una noche oscura, Doña Zumbona convocó una tormenta con relámpagos y truenos para asustar a Baila. Pero lo que no sabía era que el baile había fortalecido tanto a nuestra protagonista que nada podía detenerla.

Baila volaba entre los rayos de luz y los fuertes vientos sin perder el ritmo ni la sonrisa en su rostro. Su valentía inspiró a todas las abejas del colmenar quienes decidieron enfrentarse a la tempestad junto a ella.

Con sus alas entrelazadas, las abejas formaron una especie de escudo protector alrededor de Baila mientras continuaban bailando sin cesar. El poder del amor por la danza fue tan grande que lograron calmar la tormenta hasta hacerla desaparecer por completo.

Cuando todo volvió a la normalidad, Baila y las demás abejas regresaron al colmenar donde fueron recibidas con aplausos y admiración. Doña Zumbona se sintió avergonzada por su maldad y decidió cambiar su actitud. Desde aquel día, Baila siguió bailando y enseñando a otros insectos del jardín a expresarse a través de la danza.

Todos aprendieron que no hay nada más poderoso que seguir nuestros sueños sin importar lo que los demás piensen.

Y así, el jardín se llenó de magia y alegría gracias a la abeja Baila, quien demostró que con pasión y determinación, podemos alcanzar cualquier meta que nos propongamos.

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