Bajo el cielo estrellado de Medellín
Había una vez en Medellín, un pequeño barrio lleno de colores y risas, donde un grupo de amigos pasaba sus días jugando y explorando. Entre ellos estaban Sofía, una niña curiosa con sueños grandes; Tomás, un aventurero con una imaginación desbordante; y Lucía, una talentosa dibujante que siempre llevaba su cuaderno de bocetos.
Una noche, mientras observaban las estrellas brillantes desde su terraza, Sofía dijo:
"¿Se imaginan lo que hay en esas estrellas? Tal vez hay otros niños como nosotros allá arriba."
Tomás, con los ojos llenos de asombro, replicó:
"¡Sí! ¿Y si los invitemos a jugar con nosotros?"
Lucía sonrió y añadió:
"Podríamos hacer un dibujo para mostrarles nuestro barrio. Así, ellos también verían cómo es nuestra vida aquí."
Con una chispa de motivación, los amigos decidieron que esa noche harían algo especial. Lucía comenzó a dibujar el Barrio de los Colores, lleno de casas pintadas y amistades. Mientras dibujaba, Sofía tuvo una idea brillante:
"¡Hagamos una carta a las estrellas! Les contaremos sobre nuestra vida y les preguntaremos cómo es la suya."
Entusiasmados, cada uno escribió su parte, y al finalizar, la ataron a un globo que elevaron al cielo. Al soltarlo, Tomás exclamó:
"¡Que llegue lejos, muy lejos!"
Pero, para su sorpresa, el globo no se desvió como esperaban. Se quedó flotando justo sobre el tejado de don Héctor, un anciano que vivía en el barrio y siempre decía tener historias de las estrellas. Los niños se miraron intrigados:
"¿Deberíamos preguntarles a él?"
Decididos, se acercaron a la casa de don Héctor y tocaron la puerta. El anciano, con una sonrisa amable y ojos chispeantes, les recibió:
"¡Qué alegría verlos, chicos! ¿Qué los trae por aquí a esta hora?"
Sofía pudo apenas contener su emoción:
"Don Héctor, ¡hemos enviado una carta a las estrellas! Pero el globo se quedó atrapado aquí."
Don Héctor los miró con curiosidad y les dijo:
"¿Carta a las estrellas? Eso suena mágico. Pero quizás, en vez de enviarlas, deberíamos escucharlas."
Intrigados, los niños se acomodaron en el jardín mientras don Héctor comenzó a relatar sus historias sobre el cielo estrellado, hablando de los mitos, leyendas y los animales que habitaban entre los astros. Mientras lo escuchaban, Lucía se inspiró tanto que comenzó a dibujar diferentes constelaciones basadas en las historias de don Héctor.
De repente, un fuerte viento sopló y el globo voló hacia el cielo. Todos miraron asombrados cómo desaparecía entre las estrellas. Sofía preguntó:
"¿Creen que llegue a otros niños?"
Don Héctor sonrió:
"Quizás así sea, y ellos también sueñen, como ustedes."
Al finalizar la historia, los niños sintieron que habían vivido una verdadera aventura. Con el cuaderno de dibujos de Lucía lleno de estrellas y constelaciones, regresaron a sus casas con el corazón lleno de esperanza. Sofía dijo al llegar a su casa:
"Quizás un día podamos ver a esos niños de las estrellas. Sería genial jugar con ellos."
A lo que Tomás añadió:
"Sí, y cuando crezcamos, podemos contarles sobre nuestras historias."
Lucía, contemplando sus dibujos, finalmente afirmó:
"Y nunca olvidemos que cada estrella puede ser un amigo esperando a conocernos."
Desde entonces, cada noche, los amigos miraban el cielo estrellado y compartían sus sueños. Aprendieron que la amistad y la creatividad pueden llevarlos a lugares extraordinarios, incluso a las estrellas.
Y así, bajo el cielo estrellado de Medellín, los pequeños siguieron creando historias llenas de magia y valientes aventuras, recordando siempre que no hay límites para aquellos que sueñan en grande.
FIN.