Baltazar y el Tiburón del Tractor



Era un día soleado en la pequeña ciudad de Villa Marina, donde vivía un niño llamado Baltazar. A Baltazar le encantaban los tiburones. Pasaba horas mirando documentales sobre ellos y dibujando los diferentes tipos que existían. Pero, además de su pasión por los tiburones, también tenía un amor especial por el tractor de su tía Chona, que era un viejo y resistente vehículo rojo que había heredado de su abuelo.

Un día, su tía Chona decidió llevar a Baltazar al lago cercano para una excursión de camping. "Vamos, Baltazar, a preparar un picnic en la orilla del lago!"- dijo ella con entusiasmo. Baltazar comenzó a saltar de la emoción. Había visto un montón de películas sobre tiburones, y esta vez iba a ser diferente; iba a estar al aire libre y podría incluso ver el agua, como en sus sueños.

Ese mismo día, mientras preparaban la canasta de picnic, Baltazar se acordó de algo. "Tía, ¿te imaginas encontrar un tiburón en el lago? ¡Sería increíble!"- dijo Baltazar, soltando una risita.

"Baltazar, los tiburones viven en el océano, no en los lagos"-, le respondió su tía, pero Baltazar no se desanimó. "Tal vez haya un tiburón que se escape y venga a esconderse aquí"- musitó, dejando volar su imaginación.

Cuando llegaron al lago, Baltazar decidió explorar un poco. Miró el agua y vio patitos nadando. "Ojalá encontrara un tiburón escondido entre los juncos"- pensó, pero lo que encontró no fue un tiburón, sino un pequeño amigo: un pez saltarín que lo miraba curiosamente.

"¡Hola pequeño pez!"- le dijo Baltazar. "¿Sabés dónde está el tiburón?"- El pez hizo un pequeño salto como si quisiera jugar, pero no respondió. Baltazar sonrió; le encantaría tener más amigos y contarles sobre los tiburones.

Esa tarde, mientras hacían picnic, Baltazar vio un grupo de niños jugando cerca y decidió acercarse. "¡Hola! Soy Baltazar y me encantan los tiburones!"- dijo, emocionado.

"¿Los tiburones?"- preguntó una niña con trenzas. "¿No son peligrosos?"-

"No, para nada. Son animales fascinantes. Y son importantes para el océano, igual que el tractor de mi tía es importante para ayudar a cultivar la tierra. Ambos son necesarios en su mundo"- dijo Baltazar, entusiasmado por compartir su conocimiento.

Los niños se miraron entre sí, intrigados. "¿Sabés qué? Vamos a hacer un juego. ¡Imaginemos que somos tiburones en el agua!"- propuso un niño. Todos comenzaron a hacer sonidos de tiburón mientras corrían alrededor del lago, riendo y disfrutando del momento.

Con cada movimiento y risa, Baltazar notó cómo se creaba un nuevo mundo. Sentía que todos eran tiburones valientes y felices que nadaban en el océano. "¡Miren! ¡Soy un tiburón-zorro!"- gritó, haciendo gestos con los brazos. La risa resonó entre los árboles como si el lago celebrara su alegría.

Después de jugar, se sentaron en la playa. "¿Me contás más sobre los tiburones?"- preguntó otra niña.

Baltazar comenzó a relatar historias sobre el gran tiburón blanco y el tiburón martillo. Los niños escucharon con atención, asombrados por la forma en que describía su mundo.

"Me encantaría conocer un tiburón en persona"- dijo uno de los niños. "Pero no podemos. ¿Qué pasaría si un tiburón viene aquí?"-

Baltazar sonrió y dijo: "Siempre hay que respetar su espacio en el océano. Es como el tractor de tía Chona: hay que manejarlo con cuidado y no hacer tonterías. Los tiburones son importantes, al igual que el campo que cuidamos con el tractor"-.

Al regresar a casa, Baltazar se sintió feliz. Había compartido su amor por los tiburones, hizo nuevos amigos y aprendió que cada uno tenía también su propia pasión. Mientras se acomodaba en la cama esa noche, soñó con tiburones nadando, pero también soñó con aventuras y risas junto a sus nuevos amigos, en un mundo donde cada uno podía ser lo que deseara y donde cada animal importante tenía su lugar. Valorar las cosas que amábamos, ya fueran tiburones o tractores, era lo que hacía especial cada día.

Y así, Baltazar aprendió que las pasiones pueden unir a las personas, y que, aunque los tiburones y los tractores parecieran muy diferentes, ambos eran piezas importantes en la inmensa maquinaria del mundo.

El día siguiente, Baltazar fue a ayudar a su tía Chona con el tractor. "¡Vamos a cultivar! ¡Un día lleno de aventuras!"- le gritó contento. Y con su tía, cultivó sonrisas, historias y, sobre todo, una gran amistad entre ellos y todos los nuevos amigos que había conocido en el lago.

FIN.

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