Bebé Arcoíris y la Aventura de los Colores



Era una vez en un mundo mágico donde los colores danzaban en el aire y los sueños eran tan brillantes como el sol. En este lugar, vivía un pequeño ser conocido como Bebé Arcoíris, un simpático personaje que tenía la capacidad de hacer aparecer todos los colores del arcoíris con solo parpadear. Todos lo querían, porque su risa iluminaba incluso los días más grises.

Un día, mientras disfrutaba de un hermoso día soleado caminando por el Bosque Colorido con sus amigos, escuchó un fuerte ruido. Bebé Arcoíris miró hacia el cielo y vio que las nubes se estaban acumulando en una densa cortina gris. Su amigo, el Pájaro Musical, que cantaba hermosas canciones, voló rápido hacia él y le dijo:

"¡Bebé Arcoíris! ¡Las nubes se están llevando los colores de nuestro bosque! ¡Necesitamos tu ayuda!"

Bebé Arcoíris miró a su alrededor y vio que los árboles de colores brillantes estaban comenzando a perder su luz y se volvían grises y tristes. Sin pensarlo dos veces, dijo:

"¡Vamos a salvar nuestro bosque! ¡Prometo que no dejaré que los colores se vayan!"

Reuniendo a todos sus amigos, que incluían a la Mariposa de Luna, el Conejito Saltarín y la Tortuga Sabia, Bebé Arcoíris se preparó para la misión.

"¿Cómo podemos hacer para devolver los colores?" preguntó el Conejito Saltarín, con preocupación en su voz.

"Creo que debemos ir a la Montaña de Luz, allí es donde los colores se originan. Si podemos descubrir por qué están desapareciendo, tal vez podamos traerlos de vuelta!" explicó la Tortuga Sabia.

Mientras caminaban, pasaron por el Lago Espejo, donde vieron su reflejo y se dieron cuenta de que todos tenían un color especial que los hacía únicos. Bebé Arcoíris se detuvo y dijo:

"¡Miren! Cada uno de nosotros tiene su propio brillo. Si trabajamos juntos, podemos crear un arcoíris que ilumine todo el bosque nuevamente!"

Con renovada energía, continuaron su camino hacia la Montaña de Luz. Pero al llegar, se encontraron con un obstáculo: un enorme dragón de nubes, cubierto de humo gris, estaba bloqueando la entrada.

"¿Quién se atreve a perturbar mi descanso?" rugió el dragón.

"¡Nosotros somos Bebé Arcoíris y sus amigos! Venimos a recuperar los colores de nuestro bosque!" respondió Bebé Arcoíris con valentía.

El dragón, sorprendido por la valentía de Bebé Arcoíris, se rió.

"¿Creen que pueden devolver los colores? Todos los intentos han fallado. ¡Soy el guardián de la neblina y los colores ya no están!"

"Pero nosotros creemos en la amistad, y sabemos que trabajando juntos podemos hacer cualquier cosa. ¡Vamos a probarlo!" dijo la Mariposa de Luna con determinación.

Bebé Arcoíris, con su rayo de optimismo, propuso un plan. Dividieron los colores del arcoíris entre ellos. Cada uno tenía que concentrarse y usar su energía para llenar el aire con sus colores. El Conejito Saltarín saltaba y hacía que el amarillo brillo, la Mariposa de Luna agitaba sus alas mostrando su hermoso azul; todos hacían su esfuerzo. Bebé Arcoíris se concentró y al final, un mágico arcoíris comenzó a formarse.

Los colores brillaban intensamente, atravesando el cuerpo del dragón, quien sintió el calor y la alegría de los colores. Con cada destello, el dragón empezó a suavizar su actitud.

"Esto es... hermoso. Nunca había visto algo así. Quizás he estado demasiado tiempo envuelto en la neblina y he olvidado lo que significa ser colorido."

Bebé Arcoíris se acercó al dragón y le dijo:

"No tienes que estar solo ni gris. La amistad y los colores deben compartirse."

"¿De verdad piensan que podría unirme a ustedes?" preguntó el dragón, tan grande y desigual.

"Claro que sí! Cada persona, incluso un dragón, tiene algo único que aportar" respondió el Conejito Saltarín, saltando alegría.

Juntos, el dragón y los amigos compartieron sus colores y, al hacerlo, notaron que la niebla gris poco a poco se disipó. Con cada rayo de color, el bosque recuperó su brillo y vida.

"¡Lo logramos!" exclamó Bebé Arcoíris, mientras todos sus amigos se unían a él, celebrando el regreso pleno de los colores al bosque.

Desde aquel día, el dragón se convirtió en un amigo cercano y protector del color. Los habitantes del bosque aprendieron que los colores, como la amistad, se vuelven aún más hermosos cuando se comparten. Bebé Arcoíris sonrió, sabiendo que su magia era más poderosa cuando estaba rodeado de amigos.

Y así, el bosque colorido nunca volvió a ser gris, y Bebé Arcoíris, el dragón y sus amigos vivieron felices para siempre, recordando que cada color, cada ser, tiene un lugar especial en el mundo.

FIN.

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