Beethoven y la Gran Aventura en Casa



Era un soleado día en la ciudad de Buenos Aires, y Beethoven, el gran San Bernardo de la familia Martínez, estaba disfrutando de la calidez del sol en el jardín. Sus amigos, un travieso gato llamado Miau y una curiosa tortuga llamada Tuga, estaban también allí, buscando maneras de divertirse.

- ¡Beethoven! - ladró Miau mientras saltaba de la tierra. - ¿Qué vamos a hacer hoy? Estoy aburrido.

- Tal vez podríamos explorar el ático. He escuchado que hay cosas misteriosas allí - sugirió Tuga, moviendo lentamente sus patas.

Beethoven movió su cola con emoción. Le encantaba la idea de una aventura. - ¡Vamos! ¡No hay mejor día que hoy para ser exploradores! - dijo, inyectando entusiasmo a sus amigos.

Los tres amigos se dirigieron a la puerta del ático, que estaba un poco desgastada, como si hubiera estado cerrada durante mucho tiempo. Beethoven empujó la puerta con su gran cabeza y ¡crack! La puerta se abrió de golpe, levantando una nube de polvo que hizo estornudar a Miau.

- ¡Achoo! - estornudó Miau. - ¿Por qué todo está tan polvoriento aquí arriba?

- Tal vez porque nadie ha venido en mucho tiempo - replicó Tuga con una sonrisa en su rostro. - ¡Vamos a explorarlo!

Los tres se adentraron en el ático. Había cajas viejas, lámparas cubiertas de telarañas y una gran alfombra llena de historias. Pero lo que más sorprendió a Beethoven fue una extraña caja antigua en la esquina.

- Miren esto - ladró, acercándose a la caja. - ¡Es hermosa!

- No la toques, Beethoven - advirtió Tuga. - Podría ser algo peligroso.

- No te preocupes. Solo quiero ver qué hay dentro - contestó Beethoven, levantando la tapa con su enorme pata.

De repente, una nube de luces brillantes salió de la caja, iluminando todo el ático. Los amigos quedaron boquiabiertos mientras miraban figuras fantásticas danzando en el aire: mariposas, estrellas y... ¡un dragón de papel!

- ¡Guau! ¡Es un espectáculo maravilloso! - ladró Beethoven emocionado.

- ¡Miren, el dragón de papel! - Miau estaba encantado. - ¡Vamos, hágannos volar!

- ¡Sí, hagámoslo! - agregó Tuga emocionada.

Pero al intentar atrapar el dragón, este escapó volando hacia la ventana y se salió del ático.

- ¡No! - gritaron juntos. - ¡Debemos atraparlo!

Los tres amigos se lanzaron hacia la ventana, donde se encontraron con un hermoso día. Pronto, se dieron cuenta de que el dragón de papel había comenzado a volar por la ciudad. No podían dejar que se escapara.

- ¡Vamos! - gritó Beethoven mientras corría por la calle, con Miau y Tuga siguiéndolo rápidamente. - ¡No lo dejemos escapar!

A medida que corrían, notaron que el dragón de papel era seguido por un grupo de niños que querían atraparlo.

- ¡Oh no! - dijo Miau. - Si los niños lo atrapan, podrían romperlo.

- Debemos salvarlo - dijo Tuga. - No podemos dejar que eso ocurra.

Beethoven tuvo una idea: - Voy a usar mi tamaño para detener a los niños. Cuando me vean, tal vez paren y se sorprendan.

Así, Beethoven se puso en medio de la calle y ladró con su potente voz:

- ¡Alto! ¡Cuidado con el dragón!

Los niños se asustaron un poco y se detuvieron. - ¿Qué está pasando? - preguntó uno de ellos.

- ¡El dragón es amigo de mis amigos! ¡No lo atrapen! - ladró Beethoven.

Los niños, intrigados, comenzaron a escuchar la historia de Beethoven y sus amigos.

- ¡Sí! ¡El dragón es mágico! - dijo Miau.

- Y debe regresar al cielo - agregó Tuga con seriedad.

Los niños, después de escuchar su historia, decidieron ayudar a los amigos a rescatar al dragón.

- ¡Vamos todos juntos, no dejemos que se escape! - gritó uno de los niños, y todos comenzaron a correr hacia el dragón.

Finalmente, después de correr y volar, lograron alcanzar al dragón de papel cerca de un árbol. Con mucho cuidado, lo atraparon para llevarlo de vuelta al jardín.

Una vez que estaban de regreso en el ático, Beethoven, Miau y Tuga agradecieron a los niños por su ayuda.

- ¡Esta fue la mejor aventura de todas! - ladró Beethoven, su cola moviéndose de felicidad. - Ahora sabemos que juntos somos más fuertes.

- Sí, y que debemos cuidar de todo, incluso de los más pequeños - agregó Tuga, sonriendo.

- Sí, incluidas las cosas mágicas que encontramos - dijo Miau, mirando al dragón de papel.

Desde ese día, Beethoven, Miau y Tuga decidieron que cada aventura sería compartida con sus amigos, y que siempre protegerían lo que todos amaban, creando un mundo donde la amistad y el respeto eran lo más importante.

Y así, el gran San Bernardo, el travieso gato y la curiosa tortuga habían aprendido una lección valiosa: juntos, pueden lograr cualquier cosa y cuidar de lo que más quieren.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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