Beli y el Misterio del Hotel Celaya



Había una vez en un colorido pueblo llamado Congresito, una pequeña niña llamada Beli. Beli tenía una curiosidad infinita y un corazón lleno de aventuras. Un día, escuchó rumores sobre un viejo hotel llamado Hotel Celaya, que, según contaban, estaba lleno de secretos y misterios por descubrir.

"- ¡Mamita! ¡Quiero ir al Hotel Celaya!" le dijo Beli a su madre un soleado sábado por la mañana.

"- Pero Beli, ese hotel es un lugar muy antiguo y la gente dice que está embrujado", respondió su madre, un poco preocupada.

"- No tengo miedo, mamá. Creo que puedo resolver el misterio!" insistió Beli, emocionada.

Al escuchar la determinación de su hija, su mamá sonrió y dijo: "- Está bien, pero solo si vas acompañada de tu amigo Mau. Los dos juntos son más valientes."

Así que Beli y su amigo Mau se prepararon para la aventura. Equipados con linternas, cuadernos y muchas ganas de explorar, se dirigieron al Hotel Celaya. Al llegar, se encontraron con una gran puerta de madera que chirriaba al abrirse.

"- ¡Wow, qué lugar!" exclamó Mau, mirando las viejas lámparas y los cuadros polvorientos.

"- Deben haber muchas historias aquí", dijo Beli, con ojos brillantes.

Los chicos empezaron a explorar las habitaciones y pasillos. Mientras recorrían el hotel, encontraron un álbum de fotos antiguo. En él, había imágenes de personas sonrientes en fiestas pasadas, pero lo que más llamó la atención de Beli fue una foto de un grupo de niños en un rincón del jardín del hotel. En la parte inferior de la foto, alguien había escrito: "Nunca dejen de jugar, el juego es la puerta a la amistad".

"- Mau, mira esto! Quizás estos niños tengan algo que ver con el misterio", dijo Beli.

"- ¿Qué tal si buscamos a esos niños? Quizás sean nuestros nuevos amigos", sugirió Mau.

Los chicos decidieron aventurarse al jardín, donde encontraron un viejo columpio y una serie de juguetes llenos de polvo. Pero en un rincón, descubrieron algo sorprendente: un grupo de niños jugando con una pelota, todos riendo y divirtiéndose.

"- ¿Dónde estaban?" preguntó Beli con alegría.

"- ¡Pensábamos que nunca vendría nadie a jugar!" respondió uno de los niños, llamado Lucho. "- Este lugar es mágico cuando hay amigos."

Entonces, Beli y Mau se unieron a los nuevos amigos, y pronto todos estaban corriendo y riendo, olvidando por completo su misión de descubrir el misterio del hotel. La tarde transcurrió entre juegos y risas, y en un momento, Lucho se acercó a Beli y Mau.

"- ¿Saben? El Hotel Celaya solía ser un lugar de encuentro para todos los niños del pueblo, pero con el tiempo, se fue llenando solo de sombras y recuerdos."

Beli profundizó en sus pensamientos y dijo: "- Pero, ¿no podemos cambiar eso? Si vinimos a jugar y a divertirnos, ¡podemos traer la alegría de vuelta a este lugar!"

Mau, emocionado, añadió: "- ¡Sí! Podríamos organizar un día de juegos y hacer que todos vengan al hotel!"

Los niños empezaron a animarse y planear el evento. Así que, con la ayuda de todos, hicieron carteles coloridos y se dispusieron a invitar a cada niño del pueblo para disfrutar del "Día de Juegos en el Hotel Celaya".

Finalmente, el gran día llegó. Los niños del pueblo participaron en una serie de juegos. Había carreras de sacos, juegos de pelota, y hasta una búsqueda del tesoro. La risa resonaba en todo el hotel, y las viejas paredes parecían cobrar vida de nuevo.

Al finalizar el día, todos se reunieron en el jardín. Beli se puso de pie y dijo: "- Nunca pensé que un viejo hotel pudiera ser tan divertido. ¡Hicimos nuevos amigos y revivimos este lugar!"

Lucho agregó: "- Así es, gracias a ustedes, el Hotel Celaya ya no está solo. ¡Es un lugar lleno de risas y nuevos comienzos!"

Y así, Beli, Mau y sus nuevos amigos no solo descubrieron el misterio del Hotel Celaya, sino que también lo llenaron de risas y alegría. Con el tiempo, el hotel se convirtió en un lugar donde la amistad y la diversión nunca faltaban. Y cada vez que alguien preguntaba sobre el hotel, todos sonreían y decían: "- ¡Es el mejor lugar para jugar!"

Beli aprendió que a veces, los misterios no se resuelven con respuestas, sino con risas, juegos y, sobre todo, amistad.

FIN.

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