Belleza Interior


Había una vez en un reino muy lejano una joven llamada Medicienta. Era una chica alegre, trabajadora y siempre tenía una sonrisa en su rostro a pesar de las dificultades que enfrentaba en su vida cotidiana.

Medicienta vivía en una pequeña casa en las afueras del pueblo con su madrastra y sus dos hermanastras. Ellas la trataban mal y la obligaban a hacer todas las tareas del hogar mientras ellas descansaban.

A pesar de todo, Medicienta nunca se quejaba y seguía adelante con valentía. Un día, el príncipe del reino anunció que celebraría un gran baile en el castillo para encontrar a su futura esposa.

Todas las jóvenes del pueblo estaban emocionadas y soñaban con conocer al príncipe. Medicienta también quería ir al baile, pero sus hermanastras se burlaron de ella y no le permitieron asistir.

-¡Tú no puedes venir al baile, Medicienta! Eres sucia y fea, no estarías a la altura del príncipe -decían ellas con crueldad. Medicienta se sintió triste, pero decidió no rendirse.

Con la ayuda de unos ratoncitos amigos que vivían en su casa, logró prepararse para el baile usando un vestido viejo que encontró en el desván de la casa. Cuando llegó al castillo, todos quedaron sorprendidos por la belleza de Medicienta. El príncipe quedó encantado con ella y juntos bailaron toda la noche sin apartar la mirada el uno del otro.

Sin embargo, cuando el reloj marcó la medianoche, Medicienta recordó que debía regresar antes de que su vestido mágico desapareciera. Sin darse cuenta, perdió una de sus zapatillas al apresurarse a salir antes de ser descubierta.

El príncipe encontró la zapatilla perdida y decidió recorrer todo el reino buscando a la dueña de aquel zapato especial que había capturado su corazón. Las hermanastras de Medicienta intentaron probarse la zapatilla sin éxito alguno; era evidente que solo le pertenecía a ella.

Cuando finalmente llegaron a su humilde morada, las hermanastras vieron cómo el príncipe caía rendido ante los encantos de Medicienta cuando se probaba aquella zapatilla única. Desde ese día, Medicienta pasó a formar parte oficialmente como princesa del reino junto al amoroso príncipe.

Se casaron y vivieron felices para siempre en un castillo lleno de alegría donde nunca más faltaba una sonrisa genuina en los rostros de todos los habitantes gracias a esa joven valiente e inspiradora: ¡Mediceneta!

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