Belleza sin Fronteras



Era un sábado soleado en el barrio y dos amigas, Clara y Ana, decidieron visitar el nuevo salón de belleza que había abierto en la esquina. Clara era una mujer sencilla y siempre optimista, mientras que Ana, que tenía una discapacidad física, usaba una silla de ruedas, pero eso nunca la detuvo a la hora de disfrutar de la vida.

"Clara, ¿estás lista para nuestro día de spa?", preguntó Ana con una sonrisa.

"¡Más que lista! Desde que escuché que abrieron este lugar, ya no podía esperar!", respondió Clara emocionada.

Al llegar al salón, el ambiente era acogedor. Las paredes estaban pintadas de colores pasteles y había flores frescas por todos lados. La dueña, una mujer amable llamada Valeria, las recibió con entusiasmo.

"¡Hola, bienvenidas! ¿Qué desean hacer hoy?", les preguntó Valeria.

"Queremos relajarnos y hacernos un cambio de look", dijo Clara.

"Y yo quiero un peinado especial para la fiesta de mi hermana", añadió Ana.

Valeria les mostró un catálogo lleno de colores vibrantes y estilos únicos.

"Ana, te veo con un color violeta en el cabello, ¡sería genial!", sugirió Clara.

"¿De verdad? Nunca me lo habría imaginado. Pero amo la idea", respondió Ana, moviendo su cabeza emocionada.

Mientras elegían los colores, ocurrió algo inesperado. Una pequeña niña, que parecía muy nerviosa con su madre, se acercó a ellas.

"¿Me pueden ayudar?", preguntó la niña con voz temblorosa.

"¡Claro! ¿Qué necesitas?", dijo Clara, agachándose para estar a su altura.

"Es que es mi primera vez en un salón de belleza y creo que me va a dar vergüenza...", confesó la niña.

Ana sonrió.

"A mí también me daba miedo al principio, pero aquí todos son muy amables. ¡Te vas a divertir!", la alentó.

La niña se iluminó un poco.

"¿Podemos hacer algo juntas?", propuso la niña.

Clara y Ana se miraron y asintieron.

"¡Sí! Podemos tener un día de belleza todas juntas", sugirió Clara.

"¡Me encanta!", exclamó la madre de la niña, visiblemente aliviada.

Así, las tres comenzaron a disfrutar del día. Mientras esperaban sus turnos, se contaban historias y se reían. Ana explicó que, aunque usaba silla de ruedas, eso no le impedía disfrutar de cosas lindas. Clara agregó:

"La belleza no se trata solo de cómo lucimos, sino de lo que sentimos por dentro. ¡Y hoy nos sentimos fabulosas!"

El tiempo pasó volando, y cuando finalmente llegó su turno, cada una se sentó en su silla de belleza. Valeria, al ver la alegría en sus rostros, decidió hacer algo especial.

"¡Esta vez será una sesión sorpresa para todas!", anunció mientras comenzaba a trabajar en sus peinados.

Unos minutos más tarde, las tres se miraron en el espejo. Clara lucía un hermoso peinado lleno de ondas y luces doradas; Ana tenía un violeta vibrante en su cabello que la hacía brillar, y la pequeña niña estaba vestida con adorables trenzas adornadas con brillantes.

"¡No puedo creer lo hermosa que estoy!", gritó la niña, brincando de felicidad.

"Yo también me siento increíble", dijo Ana, tocando su cabello con ternura.

"Nos vemos fabulosas y listas para conquistar el mundo", rió Clara.

Al salir del salón, las tres se tomaron de las manos. La mamá de la niña les agradeció.

"Hoy ha sido especial gracias a ustedes. Nunca olvidaré lo que me han enseñado sobre la verdadera belleza", dijo emocionada.

Las tres sonrieron, entendiendo que habían creado un momento memorable. Juntas, con sus nuevos looks, llegaron al parque cercano, listas para disfrutar de nuevo la vida.

Ana, Clara y la niña se convirtieron en amigas inseparables, prometiendo seguir compartiendo momentos de belleza, risas y amistad.

Y así, en ese cálido sábado, entre colores y risas, aprendieron que la verdadera belleza nace en el corazón y no tiene límites ni impedimentos.

FIN.

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