Beni y el Jardín de las Emociones
Era un hermoso día soleado y Beni, un niño lleno de energía y alegría, llegó al jardín. A su llegada, sus amigos jugaban en el patio y reían sin parar. Beni se unió a ellos, saltando y riendo.
"¡Hola chicos!", dijo Beni con una gran sonrisa.
"¡Hola, Beni!", respondieron al unísono sus amigos.
Mientras jugaban a la pelota, Beni comenzó a notar que a veces perdía el control de sus emociones. Por ejemplo, cuando uno de sus amigos le quitó la pelota, sintió un acercamiento no muy amigable. Sin pensarlo, se acercó y le dio un mordisco en el brazo a su amigo Timo.
"¡Ay! Eso duele, Beni!", gritó Timo mientras se frotaba el brazo.
"Lo siento, Timo! No supe cómo manejarlo...", dijo Beni, sintiéndose triste por lo que había hecho.
Al ver la situación, la maestra Ana se acercó a ellos, preocupada.
"Beni, morder no es la manera de resolver las cosas. ¿Qué tal si hablamos sobre lo que sientes?", le preguntó con suavidad.
"Es que no sé cómo hacerlo, a veces me siento muy enojado y no sé qué más hacer", confesó Beni, con los ojos llenos de lágrimas.
La maestra Ana le sonrió y le explicó que todos sentimos emociones y que es normal sentirse enojado o frustrado, pero que hay maneras sanas de expresar lo que sentimos.
"Podemos hacer una actividad sobre las emociones. ¿Qué te parece?", sugirió la maestra.
"¡Sí! Me gustaría saber cómo sentirme mejor!", dijo Beni con un brillo en sus ojos.
Así que la maestra se sentó con todos los niños en círculo y les pidió que compartan cómo se sienten a veces.
"Yo me siento triste cuando mi perro se escapa", dijo Lila.
"Cuando no me dejan jugar, me enojo", agregó Timo.
"Y a mí me da miedo la oscuridad", expresó Valen.
"Todos sentimos cosas diferentes y eso es totalmente normal. Pero podemos usar palabras en lugar de mordiscos o gritos. Por ejemplo, si te sientes enojado, puedes decir: ‘Estoy enojado porque no tengo la pelota’, en vez de morder", explicó la maestra.
Beni escuchó atentamente y se dio cuenta de que no estaba solo en sus sentimientos. Al finalizar la actividad, todos los niños se sintieron más aliviados y comenzaron a compartir sus sentimientos de manera más saludable. Beni prometió a sus amigos que iba a intentar usar palabras en lugar de mordiscos.
Pasaron los días y aunque Beni seguía sintiendo a veces esa necesidad de morder, recordó las enseñanzas de la maestra Ana. Así que decidió que cada vez que sintiera impulso de morder a un amigo, respiraría hondo y contaría hasta cinco.
Un día, mientras jugaban, Beni le lanzó la pelota a Timo, pero Timo no la atrapó y se cayó al suelo. Beni sintió la frustración invadirlo. Pero en lugar de morder, recordó:
"Uno... dos... tres... cuatro... cinco!". Al final, soltó un gran suspiro.
"Timo, estás bien? Me preocupa que te hayas lastimado."
FIN.