Benicio y los dinosaurios salvadores


Benicio era un niño curioso y aventurero que siempre soñaba con viajar a otros planetas. Un día, mientras exploraba el universo en su nave espacial, llegó a un planeta desconocido.

Al bajar de la nave, se dio cuenta de que estaba rodeado de enormes dinosaurios. - ¡Wow! -exclamó Benicio-. Esto es increíble. Los dinosaurios lo observaron con curiosidad. Benicio no sabía cómo comunicarse con ellos, pero decidió intentarlo. - Hola -dijo Benicio tímidamente-. Soy Benicio.

¿Cómo están? Uno de los dinosaurios se acercó a él y le olfateó la mano. Luego, comenzó a emitir unos sonidos extraños que parecían rugidos. - Creo que quiere ser mi amigo -dijo Benicio emocionado-.

A partir de ese momento, Benicio comenzó a pasar tiempo con los dinosaurios del planeta. Descubrió que eran animales muy inteligentes y amigables. Aprendió mucho sobre su forma de vida y costumbres.

Un día, mientras paseaban por el bosque, escucharon unos gritos desesperados. Era una manada de herbívoros huyendo de un grupo de carnívoros feroces que querían atacarlos. - Tenemos que ayudarlos -dijo Benicio decidido-. Los dinosaurios miraron al niño con asombro pero luego asintieron en señal de acuerdo.

Juntos idearon un plan para salvar a los herbívoros. Los más grandes formaron una barrera para detener el avance de los carnívoros, mientras que los más pequeños guiaron a los herbívoros hacia un lugar seguro.

La maniobra fue un éxito y todos los animales se salvaron. Los dinosaurios del planeta felicitaron a Benicio por su valentía y astucia. - Eres un gran amigo -le dijo el dinosaurio que lo había olfateado al principio-.

Siempre serás bienvenido en nuestro hogar. Benicio se despidió de sus amigos con una sonrisa en el rostro. Había aprendido mucho sobre la importancia de ayudar a los demás y trabajar juntos para lograr objetivos comunes.

Sabía que nunca olvidaría su aventura en ese lejano planeta habitado por dinosaurios amigables y sabios.

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