Benicio y sus Amigos de la Montaña



Era un hermoso día de verano cuando Benicio, un niño aventurero de diez años, decidió explorar la montaña que estaba cerca de su casa. Con su mochila llena de bocadillos y su inseparable linterna, se despidió de su familia con una sonrisa y un gesto de emoción.

"¡Voy a descubrir tesoros ocultos!" - gritó Benicio mientras corría hacia el sendero, convencido de que esa aventura sería inolvidable.

Al principio, todo fue maravilloso. El canto de los pájaros y el murmullo del viento en los árboles lo acompañaban. Sin embargo, al poco tiempo, se dio cuenta de que había ido más lejos de lo que había pensado, y al mirar atrás, no reconocía el camino de regreso.

"¡Oh no! Estoy perdido!" - exclamó Benicio, comenzando a entrar en pánico. Pero luego respiró hondo y recordó las enseñanzas de su papá:

"Si alguna vez te pierdes en la montaña, no te asustes. Encuentra un lugar seguro y espera hasta que sea más fácil pensar."

Entonces, decidió encontrar un lugar para descansar. Se sentó bajo un árbol grande y frondoso. Mientras esperaba, se escuchó un ruido cerca. Benicio miró hacia allá y vio a un grupo de tres chicos de su edad. Se acercaron a él, sonriendo con amabilidad.

"Hola, somos Lupe, Tomy y Cami. ¿Te perdiste?" - preguntó Lupe.

"Sí, estoy buscando el camino de vuelta a casa" - respondió Benicio, sintiéndose un poco más tranquilo.

"No te preocupes, nosotros conocemos esta montaña como la palma de nuestra mano. ¡Te podemos ayudar!" - dijo Tomy con una gran sonrisa.

Benicio, un poco escéptico, decidió confiar en ellos. Pasaron el resto del día juntos explorando los alrededores. Descubrieron flores de colores brillantes, animales adorables y hasta un pequeño arroyo donde jugaron un rato a mojarse.

"¡Mirá! Encontré un pez dorado!" - exclamó Cami mientras trataba de atrapar al pez con sus manos.

"¡Es hermoso!" - celebró Benicio. "Nunca había visto algo así."

Los chicos le contaron historias sobre la montaña, sobre cómo era su hogar y qué maravillas ocultaban los rincones. Benicio sonreía mientras escuchaba fascinado todas sus aventuras.

Así pasaron el día, y cuando el sol comenzó a bajar, Benicio recordó que debía volver a casa.

"No quiero preocupar a mi familia. Necesito volver antes de que oscurezca" - dijo Benicio con una sombra de angustia en su voz.

"No hay problema, Benicio. Te llevaremos a la salida!" - aseguró Lupe.

Mientras caminaban, de repente Benicio tropezó con una piedra y cayó al suelo. Las risas de sus amigos lo hicieron sentir mejor, pero notó que había dejado caer su linterna mientras caía.

"¡Mi linterna! No puedo volver a casa sin ella!" - dijo preocupado.

"Tranquilo, deberíamos buscarla juntos!" - sugirió Tomy.

Así que se separaron un poco para rastrear el área. Después de un rato de búsqueda, fue Cami quien la encontró bajo un arbusto.

"¡Acá está!" - gritó emocionada, mientras Benicio corría hacia ella.

"¡Sos una genia! Ahora sí, ¡pido que volvamos!" - exclamó Benicio aliviado. Sin embargo, a medida que continuaban su camino, el cielo empezó a oscurecerse rápidamente. Las nubes se habían agrupado, y el aire se tornó fresco.

"Es muy tarde, debemos apresurarnos!" - dijo Lupe, comenzando a caminar más rápido.

Finalmente, después de una caminata ansiosa, llegaron a un claro donde se podía ver el camino de salida. Benicio sintió una mezcla de alegría y tristeza.

"Gracias por ayudarme, ustedes son los mejores amigos que podría tener" - dijo, dándoles un fuerte abrazo a cada uno.

"¡Eso es lo que hacemos! Pero siempre recuerda que también puedes venir a jugar con nosotros cuando quieras, amigo!" - respondió Tomy.

Al llegar a la casa, vio a sus padres preocupados buscándolo por el jardín. Benicio corrió hacia ellos.

"¡Mamá, papá!" - gritó mientras se lanzaba a los brazos de su madre.

"¡Benicio! ¡Te estábamos buscando! ¿Estás bien?" - preguntó su padre, mirándolo con alivio.

"Sí, me perdí pero hice nuevos amigos en la montaña. Me ayudaron a encontrar el camino de vuelta!" - relató Benicio emocionado.

A partir de ese día, Benicio no solo aprendió la importancia de ser cauteloso en sus aventuras, sino también el valor de la amistad y cómo la ayuda puede venir de formas inesperadas. Y, por supuesto, la magia de descubrir que a veces, perderse puede llevarte a encontrarte a ti mismo y a nuevos amigos.

Así, cada vez que se asomaba a la ventana y veía la montaña, sonreía recordando su emocionante aventura y prometiendo regresar con sus nuevos amigos, porque ahora la montaña era también un poco su hogar.

FIN.

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