Benicio y sus Amigos de la Montaña
Era una mañana radiante en el pequeño pueblo de San Pedro. Benicio, un chico curioso y aventurero, había decidido ir a explorar la montaña que se alzaba a las afueras de su hogar. Con su mochila llena de galletitas y su inseparable esfera de exploración, se despidió de su mamá y partió con una gran sonrisa en el rostro.
A medida que subía por el sendero, Benicio admiraba las flores silvestres y escuchaba el canto de los pájaros. De repente, escuchó un ruido extraño detrás de un arbusto. Se acercó con cautela y encontró a una pequeña ardilla atrapada en un enredo de ramas.
"¡Oh no! ¡Pobrecita! ¿Cómo puedo ayudarte?" - dijo Benicio, con preocupación en su voz.
Con mucho cuidado, Benicio comenzó a liberar a la ardillita. Después de unos momentos, la pequeña se soltó y dio un salto de alegría.
"¡Gracias, amigo! Soy Simi, la ardilla aventurera. Pensaba que iba a quedarme atrapada para siempre." - exclamó emocionada.
"De nada, Simi. Me alegra haberte ayudado. Estoy explorando la montaña. ¿Quieres venir conmigo?" - propuso Benicio.
"¡Claro! Me encantaría conocer el lugar más a fondo." - respondió Simi mientras comenzaba a saltar con alegría.
Continuaron juntos, hablando, jugando y riendo. De pronto, escucharon un lamento. Al acercarse, vieron a un pequeño ciervo con una pata atorada entre unas piedras.
"¡Oh no! Otro amigo en apuros." - dijo Benicio.
"No te preocupes, Benicio. ¡Yo tengo una idea!" - dijo Simi. "Voy a distraerlo mientras tú lo ayudas."
"Buena idea, Simi. ¡Voy a hacerlo!" - respondió Benicio con determinación.
Benicio se acercó cuidadoso al ciervo y le habló con dulzura:
"Hola, amigo. Estoy aquí para ayudarte. ¿Te puedo tocar tu pata?"
El ciervo parpadeó y asintió.
"Sólo hazlo despacito. Me duele, pero necesito salir de aquí."
Con mucho cuidado, Benicio comenzó a mover las piedras, mientras Simi saltaba alrededor del ciervo haciéndole cosquillas para que no se pusiera nervioso. Después de unos minutos, ¡pum! , el ciervo se liberó.
"¡Lo logramos!" - gritó Benicio lleno de alegría.
"¡Gracias! No sé qué habría hecho sin ustedes!" - dijo el ciervo, moviendo su cola felizmente. "Soy Tiro, el ciervo veloz. ¿Quieren que los acompañe en su aventura?"
"¡Por supuesto! Mientras más, mejor. Estamos explorando la montaña juntos." - contestó Simi, emocionada.
Los tres amigos continuaron su camino, pero el clima comenzaba a cambiar. Las nubes se oscurecieron y el viento empezó a soplar.
"Uh-oh, parece que se viene una tormenta. Hay que encontrar un refugio rápido!" - dijo Tiro, mirando hacia el cielo.
"Yo conozco una cueva cercana. ¡Sigamos mi camino!" - sugirió Simi, liderando el grupo.
Llegaron a la cueva justo a tiempo. Se acomodaron adentro, viendo cómo la lluvia caía fuera, mientras contaban historias y se reían para no sentir miedo. Benicio sintió que había encontrado más que solo amigos; había creado un lazo especial con Simi y Tiro.
Después de un rato, la tormenta pasó, y salieron de la cueva, justo cuando un arcoíris asomaba en el horizonte.
"¡Miren eso! Es hermoso." - exclamó Benicio, asombrado. "Gracias a ustedes, esta aventura es inolvidable."
"Y a ti, Benicio. Nos enseñaste que siempre podemos ayudar a otros y que juntos somos más fuertes." - dijo Simi.
"Sí, cada uno tiene algo especial que aportar. Así es como nos ayudamos entre todos." - agregó Tiro, y los tres sonrieron.
Benicio aprendió que la verdadera aventura no solo consiste en explorar nuevos lugares, sino también en hacer amigos y aprender el valor de ayudar a los demás. Al volver a casa, sabía que esa montaña ya no era solo un lugar, sino el hogar de una hermosa amistad.
"¡Nos vemos pronto, amigos!" - dijo Benicio mientras se despedía, con el corazón lleno de alegría.
"¡Hasta luego, Benicio! Volvamos a vivir aventuras juntos." - respondieron Simi y Tiro.
Y así, Benicio siguió explorando la montaña, sabiendo que siempre tendría buenos amigos para compartir sus aventuras.
FIN.