Benicio y sus Amigos de la Playa
Era un caluroso día de verano en la playa de Santa Clara. Benicio, un niño aventurero con una gran pasión por los descubrimientos, decidió ir a la playa con su familia. Mientras todos se acomodaban, Benicio se sintió un poco triste porque no conocía a nadie y temía que el día fuera aburrido.
Mientras contemplaba cómo las olas rompían en la orilla, Benicio notó a un grupo de niños jugando al agua. Algunos saltaban, otros reían y todos parecían pasarla genial.
"¿Por qué no intento hablarles?" -pensó Benicio, sintiendo un pequeño hormigueo de nervios en la panza. Se acercó al grupo y, a pesar de su miedo, les dijo:"Hola, soy Benicio. ¿Puedo jugar con ustedes?"
Los niños se detuvieron y lo miraron con curiosidad. Uno de ellos, de cabello rizado y sonrisa amplia, le respondió:
"¡Claro! Soy Lucas, y estos son mis amigos: Juan y Sofía. Estamos haciendo un castillo de arena gigante. ¿Te gustaría ayudarnos?"
Aliviado y contento, Benicio aceptó de inmediato. Juntos comenzaron a juntar palas, cubos y, por supuesto, un montón de arena.
Mientras construían el castillo, Benicio se dio cuenta de que cada uno tenía una idea diferente sobre cómo debía verse. Sofía quería una torre muy alta, Juan pensaba que debía tener un foso, y Benicio soñaba con decorarlo con conchas y algas.
"¿Qué les parece si hacemos una combinación de todas nuestras ideas?" -sugirió Benicio.
Todos miraron a Benicio sorprendidos y luego sonrieron. Eso les pareció una genial idea. Así, entre risas, ideas, y un buen trabajo en equipo, el castillo fue tomando forma.
Sin embargo, a la mitad de su construcción, una gaviota muy atrevida sobrevoló el castillo y se llevó una hermosa concha que Sofía había encontrado especialmente para el castillo.
"¡Noooo!" -gritó Sofía muy preocupada.
"No te preocupes, podemos recuperarla" -dijo Juan.
Entonces, Benicio tuvo una idea.
"¡Sigamos construyendo el castillo! Tal vez la gaviota regrese si lo hacemos más hermoso. Así la atraemos. Además, podríamos hacer una trampa de arena" -propuso.
Los amigos se miraron entre sí, emocionados. Así que siguieron construyendo, mientras intentaban más maravillas en el castillo.
Cuando terminaron, el castillo era brillante, colorido y parecía un palacio de ensueño.
"¡Miren, ahí viene la gaviota!" -gritó Sofía.
Todos se quedaron quietos. La gaviota se posó cerca, observando curiosa aquel castillo. Entonces, de repente, apareció una segunda gaviota.
"¡Miren! ¡Hay dos!" -exclamó Lucas.
Las gaviotas comenzaron a acercarse al castillo.
"¡Debemos intentar recuperar la concha!" -dijo Juan, pero ahora todos menos asustados.
Con una rapidez sorprendente, los niños comenzaron a hacer sonidos imitando a aves, para llamar la atención de las gaviotas. Las aves se sintieron atraídas por la belleza del castillo y, aunque solo por un breve momento, la gaviota que robó la concha se acercó.
"¿Crees que la gaviota la traerá de vuelta?" -preguntó Benicio con alguna esperanza.
Las gaviotas comenzaron a picotear en la arena cerca de ellos y, de pronto, la gaviota que había robado la concha dejó caer algo brillante al lado de su palacio.
"¡La concha!" -gritó Sofía mientras se agachaba para recogerla.
Los niños comenzaron a reír y celebraron su victoria. La gaviota, satisfecha con su entrega, se dio la vuelta y se alejó volando.
"¡Lo logramos!" -dijo Juan.
Todos se abrazaron.
"Gracias por hacerme parte de este grupo. Me divertí muchísimo" -dijo Benicio, sonriendo.
"¡A partir de ahora somos un equipo!" -afirmó Lucas.
Desde ese día, Benicio no solo construyó castillos de arena, sino que también construyó lazos de amistad que durarían para siempre. Juntos aprendieron que trabajar en equipo y compartir ideas hace que cualquier aventura sea más divertida. Así, Benicio se enteró de que hacer amigos puede llevar tiempo, pero con un poquito de valentía y creatividad, todo es posible.
Y así terminó su gran día en la playa, rodeado de risas, arena y nuevos amigos. Nunca olvidaría esa experiencia y llevaría en su corazón la lección de que la amistad puede florecer en los lugares más inesperados.
FIN.