Benito, el escarabajo valiente
Había una vez en un bosque encantado, un pequeño escarabajo llamado Benito que soñaba con volar como las aves. Todos los días miraba con envidia a las lechuzas que surcaban el cielo con gracia y libertad.
Un día, decidió acercarse a la lechuza más sabia del bosque, Doña Leonor, para pedirle consejo. "Doña Leonor, ¿cómo puedo aprender a volar como usted?", preguntó Benito tímidamente.
La lechuza lo miró con ternura y respondió: "Querido Benito, cada ser en este mundo tiene sus propias habilidades y fortalezas. Tú eres un escarabajo maravilloso tal como eres".
Benito se sintió desanimado al principio, pero decidió seguir el consejo de Doña Leonor y empezó a explorar su entorno en busca de otras formas de volar. Se dio cuenta de que podía subirse a las hojas secas que caían de los árboles y dejarse llevar por el viento, experimentando una sensación parecida al vuelo.
Un día, mientras practicaba su nueva forma de volar, Benito escuchó unos gritos desesperados provenientes de un estanque cercano. Vio a una familia de patitos atrapados entre unas ramas flotantes.
Sin dudarlo ni un segundo, se lanzó al agua y ayudó a los patitos a llegar a tierra firme. Los patitos agradecidos contaron la valentía y generosidad de Benito por todo el bosque. Desde ese momento, todos admiraban al pequeño escarabajo por su espíritu valiente y su corazón bondadoso.
Mientras tanto, Doña Leonor observaba orgullosa desde las alturas cómo Benito había encontrado su propia forma especial de volar: no con alas físicas, pero sí con coraje y solidaridad.
Al final del día, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas violetas del horizonte, todos los animales del bosque se reunieron para celebrar la valentía y bondad de Benito.
El pequeño escarabajo comprendió entonces que no necesitaba alas para ser especial; su verdadera grandeza residía en su noble corazón y su voluntad inquebrantable.
Y así fue como el escarabajo aprendió que cada uno tiene sus propias cualidades únicas que lo hacen especial; solo hace falta descubrirlas y compartirlas con el mundo para brillar con luz propia en la oscuridad del bosque encantado.
FIN.