Benito, el héroe del pueblo


En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, vivía un esqueleto llamado Benito. Benito habitaba una vieja casa abandonada en las afueras del pueblo.

A pesar de su aspecto aterrador, Benito era amable y simpático, pero nadie se acercaba a él por miedo a lo desconocido. Una mañana soleada, Benito salió de su casa con el firme propósito de hacerse un amigo.

Decidió que la mejor manera de lograrlo sería ayudando a los habitantes del pueblo en lo que pudiera. Así que se puso en marcha hacia la plaza central, donde encontró a doña Rosa intentando reagarrar unas frutas que se le habían caído de su canasta.

"¡Buenos días doña Rosa! Permítame ayudarla con esas frutas", dijo Benito con voz amable. Doña Rosa dio un grito al ver al esqueleto acercarse, pero al escuchar sus palabras se tranquilizó y aceptó su ayuda.

Juntos recogieron todas las frutas y doña Rosa le agradeció con una sonrisa. "¡Muchas gracias, joven esqueleto! Eres muy amable", expresó doña Rosa sorprendida. Benito asintió con gratitud y siguió caminando por el pueblo en busca de más personas a quienes ayudar.

Pronto llegó al parque donde vio a Mateo tratando de alcanzar su cometa atrapada en un árbol. "¡Hola Mateo! Permítame ayudarte con tu cometa", ofreció Benito mientras extendía sus huesudas manos hacia la cometa. Mateo dudó por un momento al ver al esqueleto, pero finalmente aceptó su ayuda.

Juntos lograron bajar la cometa y Mateo no podía creer lo que acababa de pasar. "¡Increíble! ¡Gracias, Benito! Nunca pensé que un esqueleto me iba a salvar mi cometa!", exclamó Mateo emocionado.

Benito sonrió satisfecho y continuó recorriendo el pueblo, ganándose poco a poco la confianza y el cariño de los habitantes. Sin embargo, no todos estaban contentos con la presencia del esqueleto amigable.

El malvado señor Gutiérrez, dueño del banco del pueblo, veía a Benito como una amenaza para sus planes oscuros. Una noche oscura, mientras Benito descansaba en su casa después de un día lleno de buenas acciones, escuchó ruidos extraños provenientes del banco.

Sin dudarlo ni un segundo, corrió hacia allí para descubrir que el señor Gutiérrez estaba intentando robar todo el dinero guardado en la caja fuerte. "¡Alto ahí señor Gutiérrez! ¿Qué cree que está haciendo?", exclamó Benito entrando en la sala principal del banco.

El señor Gutiérrez se sobresaltó al ver al esqueleto frente a él e intentó huir sin éxito. Gracias a la valentía y rapidez de Benito, lograron detener al ladrón antes de que escapara con el dinero robado.

Los habitantes del pueblo pronto llegaron alertados por el bullicio y vieron cómo su amigo esquelético había salvado el día una vez más. Desde ese día en adelante, todos en el pueblo admiraron y respetaron a Benito por ser tan valiente y generoso.

Se convirtió en el héroe inesperado que siempre estuvo dispuesto a tender una mano amiga cuando alguien lo necesitaba. Y así fue como aquel esqueleto solitario encontró algo aún más valioso que cualquier tesoro: amigos verdaderos que lo aceptaban tal como era.

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