Benito, el lobo trapecista



Había una vez en un frondoso bosque de la Patagonia, un lobo solitario y curioso llamado Benito.

A diferencia de los demás lobos, a Benito no le gustaba cazar ni aullar a la luna; lo que realmente le apasionaba era observar a los pájaros volar y las ardillas saltar entre los árboles. Un día, mientras exploraba su territorio, Benito escuchó risas y música provenientes de un claro en el bosque. Intrigado, se acercó sigilosamente para descubrir qué ocurría.

Para su asombro, vio a un grupo de artistas circenses practicando sus actos bajo una colorida carpa.

Entre todos los artistas, uno en particular captó la atención de Benito: era Martina, una trapecista increíblemente talentosa que volaba por los aires con gracia y destreza. El lobo quedó fascinado por la habilidad y valentía de Martina, y decidió acercarse para felicitarla. "¡Hola! ¡Eres asombrosa!", exclamó Benito emocionado. Martina sonrió sorprendida al ver al lobo hablándole. "Gracias, amigo lobo.

¿Te gustaría verme practicar más cerca?"Benito asintió emocionado y se sentó junto al trapecio para observar cada movimiento de Martina con admiración. Los días pasaron y Benito visitaba el circo regularmente para ver a Martina entrenar.

La trapecista notó el interés genuino del lobo por su arte y decidió enseñarle algunos trucos básicos. Con paciencia y dedicación, Benito comenzó a aprender a balancearse en el trapecio e incluso logró dar algunos saltos simples.

Una tarde, cuando el circo se preparaba para su función nocturna frente al público, Martina sufrió un pequeño percance que le impediría realizar su acto estelar. Preocupada por arruinar el espectáculo, miró a Benito con tristeza.

"No te preocupes", dijo determinado el lobo. "¡Yo puedo hacerlo!"Martina lo miró incrédula pero luego sonrió ante la valentía del animal. Con rapidez, Benito se colocó en el trapecio mientras el público aguardaba expectante.

Con cada vez más confianza e inspirado por la magia del circo, realizó acrobacias sorprendentes que dejaron boquiabiertos tanto a humanos como animales presentes en la audiencia. Al finalizar su actuación aplaudido por todos, Martina abrazó emocionada al lobo.

"¡Eres increíble! ¡Has salvado nuestro espectáculo!"Benito sonrió orgulloso pero humilde. "Gracias a ti aprendí que con esfuerzo y práctica todo es posible. "Desde ese día, Benito se convirtió en parte del circo como trapecista estrella junto a su amiga Martina.

Juntos demostraron que la verdadera valentía radica en seguir nuestros sueños sin importar las adversidades que se presenten en el camino.

Y así, entre risas y aplausos resonando en el bosque patagónico todas las noches, Benito encontró su lugar especial donde ser feliz siendo quien realmente era: un lobo único capaz de volar alto hacia sus metas más extraordinarias.

FIN.

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