Benito y la Luna Brillante
Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y árboles frondosos, donde vivía un ratón muy curioso llamado Benito. Desde que era chiquito, Benito soñaba con alcanzar la luna.
Todas las noches se sentaba a mirarla brillar en el cielo y se preguntaba cómo sería tocarla con sus patitas.
Un día, mientras paseaba por la orilla de un arroyo cercano a su madriguera, Benito vio algo que lo dejó maravillado: la luna reflejándose en el agua cristalina del arroyo. Se acercó despacito y se quedó allí, contemplando ese espectáculo de luz y magia. "¡Oh, qué hermosa eres, luna! ¡Cómo me gustaría poder tocarte!", suspiró Benito con anhelo.
De repente, vio a Don Búho posado en una rama cercana. Don Búho era sabio y siempre tenía respuestas para las preguntas más difíciles. "Don Búho, ¿cómo puedo hacer para alcanzar la luna? ¡Es mi sueño más grande!", le dijo Benito emocionado.
Don Búho lo miró con ternura y le dijo: "Benito, para alcanzar la luna debes buscar dentro de ti mismo. La respuesta está en tu corazón". Benito no entendió muy bien las palabras del búho sabio, pero decidió seguir su consejo.
Durante días y noches pensó sin parar en cómo podría llegar hasta la luna. Hasta que una mañana se le ocurrió una idea brillante. Corrió hacia el arroyo y comenzó a juntar ramitas y hojas secas.
Con paciencia y dedicación construyó un pequeño barquito improvisado. Lo colocó con cuidado sobre el agua y sopló suavemente para impulsarlo hacia adelante. El barquito flotaba lentamente bajo el reflejo plateado de la luna.
Benito sonreía emocionado mientras veía cómo cada vez estaba más cerca de su objetivo. De repente, una ráfaga de viento hizo tambalearse al barquito y parecía que todo estaba perdido. Pero entonces recordó las palabras de Don Búho: "La respuesta está en tu corazón".
Benito cerró los ojos por un instante e inspirando hondo encontró fuerzas para seguir adelante. Con determinación remontó el rumbo del barco hasta estar justo debajo del reflejo lunar.
Y entonces ocurrió algo mágico: el reflejo se transformó en un camino luminoso que llegaba directo hasta la luna real en lo alto del cielo.
Con paso firme pero lleno de emoción, Benito caminó por ese sendero resplandeciente hasta llegar finalmente a tocar la superficie fría pero radiante de la luna. "¡Lo logré! ¡Alcancé mi sueño!", gritaba Benito lleno de alegría mientras daba saltitos sobre aquel mundo desconocido pero fascinante.
Desde entonces, todas las noches cuando mires hacia arriba podrás ver a Benito jugando felizmente en compañía de la Luna; porque cuando uno persigue sus sueños con valentía e imaginación, ¡todo es posible! Y así termina esta historia donde un pequeño ratón demostró que los sueños pueden volverse realidad si creemos en ellos con todo nuestro corazón.
FIN.