Benja y las Estrellitas Brillantes


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Benja. Benja era un niño muy inteligente y activo, le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas.

Sin embargo, tenía un problemita: le costaba mucho manejar la frustración. Un día, mientras jugaba con su amigo Lucas en el parque, perdieron una carrera de carritos de juguete. Benja se puso tan furioso que comenzó a gritar y a tirar cosas al suelo.

Su mamá, que lo estaba observando desde lejos, se acercó rápidamente. "Benja, ¿qué te pasa? No es bueno enojarse así por perder una carrera", dijo su mamá con ternura.

Benja miró a su mamá con ojos llenos de lágrimas y le contó cómo se sentía. Su mamá lo abrazó y le explicó que está bien sentirse frustrado, pero que no es correcto desquitarse con los demás. "¿Sabes qué podemos hacer juntos para manejar esa frustración la próxima vez?" preguntó su mamá.

Benja asintió con curiosidad, deseoso de aprender algo nuevo. Su mamá sacó de su bolso un frasco lleno de brillantes estrellitas de colores.

Eran estrellitas mágicas que ayudaban a calmar la mente y el corazón cuando uno se sentía abrumado por las emociones fuertes. "Cada vez que sientas que la frustración te gana, toma una estrellita mágica y cierra los ojos. Respira profundo y piensa en algo bonito", explicó su mamá.

Benja tomó una estrellita azul brillante y siguiendo las indicaciones de su mamá cerró los ojos e imaginó estar volando entre las nubes blancas como algodón. Poco a poco, sintió cómo la rabia se iba disipando hasta desaparecer por completo.

Desde ese día, Benja llevaba consigo sus estrellitas mágicas a todas partes. Cada vez que sentía esa sensación incómoda de frustración crecer dentro de él, tomaba una estrellita y respiraba profundo recordando volar entre las nubes blancas.

Un mes después, en el parque nuevamente había otra carrera de carritos de juguete. Esta vez Benja y Lucas llegaron empatados a la meta. Cuando el juez anunció que era un empate, Lucas sonrió feliz pero Benja sintió nuevamente esa punzada de frustración queriendo salir.

Sin embargo, esta vez recordó sus estrellitas mágicas. Tomó una amarilla del frasco, cerró los ojitos e imaginó estar corriendo libremente por un campo lleno de flores multicolores bajo un cielo radiante.

Al abrir los ojos ya no sentía rabia ni tristeza por no haber ganado solo; estaba contento porque había disfrutado mucho del juego junto a su amigo Lucas sin importar quién cruzara primero la línea final.

Desde entonces Benja aprendió a manejar mejor sus emociones gracias a las enseñanzas sabias de su mamá y las estrellitas mágicas que lo acompañaban en cada aventura. Y colorín colorado este cuento ha terminado ¡Qué lindo es aprender a crecer!

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