Benjamin y el Dulce Perdido
Era una mañana fresca en el pequeño pueblo de Valle Verde. Benjamin, un niño travieso de siete años, estaba de paseo por el bosque con su abuelita. Mientras caminaban, Benjamin notó un resplandor entre los árboles. Se acercó con curiosidad y, para su sorpresa, vio un dulce brillante en el suelo.
"¡Mirá, abuelita! ¡Un dulce!" - exclamó Benjamin, con ojos enormes, llenos de emoción.
"Benjamin, no te alejes de mí. Es peligroso estar solo en el bosque" - advirtió su abuelita, un poco preocupada.
Pero Benjamin, lleno de travesuras y con un ligero destello de desobediencia, decidió ignorar el consejo de su abuela. Empezó a correr hacia el dulce, dejando atrás a su abuela.
"¡Benjamin! ¡Vuelve aquí!" - gritó su abuela, pero él ya estaba demasiado lejos. El dulce brillaba más y más, como si lo estuviera llamando.
Al llegar a tomarlo en sus manos, Benjamin sonrió satisfecho. Pero al darse vuelta, se dio cuenta de que no podía ver a su abuela ni al camino por el que habían venido. Estaba perdido en un mar de árboles.
"¿Abuelita?" - llamaba, pero solo el eco de su voz le respondía. Se sentó en el suelo, sintiendo una mezcla de miedo y tristeza.
Mientras tanto, su abuela, muy asustada, comenzó a buscar a Benjamin. Cada vez que llamaba su nombre, su corazón latía más rápido. Finalmente, decidió que debía buscar ayuda.
"Voy a la policía. Ellos sabrán qué hacer" - dijo con determinación, corriendo calle abajo hacia el pueblo.
En la estación de policía, un oficial amable llamado Pablo escuchó atentamente la historia de la abuela.
"No se preocupe, señora. Vamos a encontrar a su nieto. Haremos una búsqueda en el bosque" - prometió.
Más tarde, un grupo de policías se adentró en el bosque, llamando a Benjamin mientras buscaban.
En el bosque, Benjamin estaba comenzando a sentir frío y hambre. Miró el dulce entre sus manos y se dio cuenta de que no era tan emocionante si estaba solo.
"Quizás debería haber escuchado a mi abuelita" - pensó, sintiéndose un poco triste. Se levantó y decidió intentar volver, pero todo lo que veía eran árboles y más árboles.
De repente, escuchó voces.
"Benjamin, ¡hemos llegado!" - gritó una de las voces. Era el oficial Pablo, acompañado de otros policías. Benjamin sintió una mezcla de aliviado y triste al observarlos.
"¡Acá estoy!" - gritó con todas sus fuerzas, corriendo en dirección a las voces. A los pocos minutos, los oficiales lo encontraron.
"¡Te encontramos!" - exclamó referido el oficial Pablo, con una gran sonrisa.
"¡Gracias!" - respondió Benjamin, abrazando al oficial.
Al poco tiempo, llegó su abuelita, con lágrimas en los ojos de felicidad.
"Benjamin, ¡estaba tan preocupada! No debes alejarte" - le dijo, abrazándolo fuerte.
"Lo siento, abuelita. No pensé que me perdería. Solo quería el dulce" - explicó Benjamin.
La abuelita lo miró con cariño.
"Entiendo que a veces la curiosidad es mayor, pero siempre hay que tener cuidado. Nunca sabemos lo que podría pasar si nos alejamos" - dijo, acariciándole el cabello.
Desde ese día, Benjamin aprendió una valiosa lección sobre la importancia de la seguridad y el valor de escuchar a las personas que se preocupan por uno. Y aunque seguía siendo un niño travieso, siempre se aseguraba de no alejarse de su abuelita en el bosque, ni en ningún otro lado.
Y así, juntos continuaron paseando por el bosque, siempre más atentos y unidos que nunca.
FIN.