Benjamin y la transformación del espacio abandonado
Había una vez un niño llamado Benjamin que vivía en la hermosa ciudad de Godoy Cruz, en la dulce provincia de Mendoza.
A Benjamin le encantaba pasar sus tardes jugando fútbol con sus amigos en la plaza Kina, un lugar lleno de árboles y flores donde todos los niños del barrio se reunían para divertirse.
Un día, mientras jugaban al fútbol, uno de los amigos de Benjamin pateó muy fuerte la pelota y esta terminó cayendo dentro del jardín de una casa abandonada que estaba cerca de la plaza. Los niños no sabían qué hacer, ya que tenían miedo de entrar a esa casa tan vieja y descuidada.
Benjamin decidió tomar el liderazgo y dijo: "No tenemos por qué tener miedo. Si trabajamos juntos podemos encontrar una solución". Los demás niños lo miraron sorprendidos pero asintieron con la cabeza.
Entonces, Benjamin propuso ir a buscar ayuda a su abuela quien era muy sabia y siempre tenía buenas ideas. La abuela les sugirió que escribieran una carta explicando lo sucedido y se las entregaran al dueño del terreno para pedirle permiso para entrar a buscar la pelota.
Los niños siguieron el consejo de la abuela e hicieron una linda carta donde pedían disculpas por haber entrado sin permiso y prometiendo cuidar mucho el lugar si les permitían recuperar su pelota perdida.
Luego fueron juntos hasta la casa del dueño del terreno para entregarle personalmente su petición. Para sorpresa de todos, el dueño resultó ser un anciano muy amable que estaba contento con la actitud de los niños.
Les permitió entrar a buscar su pelota y les mostró todo el jardín, explicándoles la historia de cada una de las plantas que allí crecían. Los niños recuperaron su pelota y además aprendieron muchas cosas nuevas sobre la naturaleza gracias al dueño del terreno.
Desde ese día, siempre cuidaron mucho la plaza Kina y el jardín abandonado, convirtiéndose en verdaderos protectores de la naturaleza. Benjamin enseñó a sus amigos que no hay nada que temer si trabajamos juntos para encontrar soluciones inteligentes y respetuosas con los demás.
También les demostró que siempre podemos aprender algo nuevo si estamos abiertos a escuchar a los demás. Desde entonces, todos los días después del colegio, Benjamin y sus amigos se reunían en la plaza Kina para jugar al fútbol y cuidar el jardín abandonado.
Y así fue como lograron transformar un lugar descuidado en un hermoso espacio lleno de vida y alegría.
FIN.