Bermellón y la Perla Mágica



En un tranquilo pueblo costero, vivía una chica llamada Bermellón. A diferencia de los demás niños, Bermellón no era muy amigable. Siempre tenía una actitud gruñona y habló con desdén a sus compañeros. A pesar de eso, su curiosidad nunca la abandonó, y un día escuchó rumores sobre una misteriosa perla mágica escondida en lo profundo del mar.

Un grupo de amigos, los cuales eran siempre rechazados por Bermellón, planeaban una expedición para encontrar la perla. Uno de ellos, un niño llamado Lucas, tenía la esperanza de que, si la encontraban, Bermellón cambiaría su forma de ser.

"¡Vamos a buscar la perla!", propuso Lucas entusiasmado.

"¿Para qué?", respondió Bermellón con desdén. "A mí no me interesan esas tonterías."

Pero su curiosidad la llevó hasta la playa, donde vio a sus amigos preparándose con snorkeles y aletas. Al acercarse, uno de ellos la vio.

"¡Bermellón, ven! ¡Únete a nosotros!"

"No, ustedes son unos tontos".

Sin embargo, Bermellón sintió un deseo de aventura y, contra su voluntad, decidió ir, pero solo para burlarse de sus amigos.

Mientras nadaban y exploraban coloridos arrecifes de coral, encontraron un tiburón de juguete que, en lugar de asustar, les hizo reír. Bermellón comenzó a relajarse y a disfrutar de la compañía de sus amigos.

Después de un rato de explorar, un brillo en el fondo del mar atrajo su atención. Al acercarse, encontraron una concha enorme. Cuando la abrieron, allí estaba, la perla mágica en el centro.

"¡La encontramos!", gritó Lucas con alegría.

Pero la perla no era como esperaban. Era pequeña y no brillaba como habían imaginado.

"Esto es una decepción", dijo Bermellón.

Sin embargo, su amigo Mateo le respondió:

"La magia no siempre se ve. Tal vez debemos tocarla juntos y hacer un deseo."

"¡Yo no creo en deseos!", replicó Bermellón, aunque decidió participar.

Juntos, tocaron la perla, y al instante, una luz intensa los envolvió. Cuando la luz se disipó, Bermellón se sintió diferente. Se dio cuenta de que había comenzado a ver el mar y el mundo de una manera nueva, llena de colores y belleza que nunca había notado antes.

"¿Qué está pasando?", preguntó, sorprendida.

"¡Es un cambio!", dijo Lucas emocionado. "La perla nos dio nuevos ojos para ver el mundo."

En ese momento, Bermellón se sintió llena de alegría por primera vez y decidió compartir su felicidad en lugar de mantener su actitud antipática. Cuando regresaron, decidió ser amable con sus amigos.

"Gracias por llevarme. Me divertí mucho hoy", dijo Bermellón, sonriendo.

"¡Eso es genial, Bermellón!", contestó Mateo. "Te estábamos extrañando."

A partir de aquel día, Bermellón cambió su forma de ser. Se volvió más abierta, amistosa y siempre recordaba aquel día místico bajo el mar. Aunque la perla mágica había sido pequeña, le había dado el mejor regalo de todos: la capacidad de elegir ser amable y apreciar a quienes la rodeaban.

Bermellón aprendió que la verdadera magia no está en cosas brillantes, sino en las conexiones que hacemos con los demás. Y así, un pequeño grupo de amigos fue más unido que nunca, explorando nuevas aventuras a la orilla del mar, donde la risa nunca faltaba.

FIN.

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