Berni y la lección en la playa



Había una vez un pequeño perrito llamado Berni, que vivía en la ciudad junto a su dueña, Sofía. Aunque era solo un cachorro de casi un año, Berni siempre estaba lleno de energía y curiosidad.

Un día soleado, Sofía decidió llevar a Berni a la playa de Maitencillo para que pudiera disfrutar del mar y jugar con la arena.

Cuando llegaron a la playa, el olor salado del océano llenó sus narices y Berni no pudo contener su emoción. ¡Woof! ¡Woof! -ladró emocionado mientras movía su cola de un lado a otro. Sofía soltó la correa de Berni y él corrió directamente hacia la orilla del agua.

Se lanzó al mar sin pensarlo dos veces y nadó felizmente entre las olas. Después de un rato, salió del agua empapado y lleno de arena pegada en su pelaje.

Berni se sacudió vigorosamente para deshacerse del exceso de agua y luego se dirigió hacia las dunas de arena que bordeaban la playa. Allí encontró otros perros jugando y cavando agujeros en el suelo. - ¡Hola! ¿Puedo jugar también? -dijo emocionadamente Berni mientras se acercaba a ellos.

- Por supuesto, bienvenido a nuestro juego -respondió uno de los perros con una sonrisa amigable. Los perros comenzaron a cavar agujeros más grandes y profundos en busca de tesoros escondidos bajo la superficie arenosa.

Todos trabajaban juntos como equipo, compartiendo risas y diversión mientras descubrían almejas marinas y piedras brillantes. Berni estaba emocionado de formar parte de aquel juego, pero a medida que cavaba, se dio cuenta de algo. Estaba cansado y no podía cavar tan rápido como los demás perros. - Chicos, estoy un poco agotado.

No puedo seguir cavando tan rápido -dijo Berni con tristeza. Los otros perros se detuvieron y miraron a Berni comprensivamente. Uno de ellos se acercó y le dijo:- No te preocupes, Berni.

Todos tenemos nuestras propias habilidades y fortalezas. Lo importante es disfrutar del juego sin importar quién cava más rápido o encuentra más tesoros. Berni sonrió al escuchar esas palabras reconfortantes.

Se dio cuenta de que no tenía que compararse con los demás, sino simplemente divertirse y ser feliz en su propia manera única. Desde ese día en adelante, Berni aprendió a valorar sus propias habilidades y no dejarse intimidar por las capacidades de los demás.

Continuó jugando en la playa junto a sus nuevos amigos caninos, construyendo castillos de arena y persiguiendo olas hasta el atardecer.

Y así fue como Berni descubrió que la verdadera diversión radica en ser uno mismo y disfrutar cada momento sin preocuparse por lo que los demás piensen o hagan. Fin

FIN.

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