Había una vez una niña llamada Bianca, que era conocida en su barrio por su dulce sonrisa y su corazón tierno.
Todos decían que era una niña especial, pero había algo que la preocupaba: ir a la escuela.
Cada mañana, Bianca se despertaba con un nudo en el estómago.
- "¡Ay, no!
Hoy tengo matemáticas.
.
.
" - Pensaba mientras se vestía.
Y es que las matemáticas le parecían un enigma sin resolver.
Por otro lado, el lenguaje, que a muchos les encantaba, a Bianca le parecía aburrido.
Un día, su mamá la llevó a conocer a su nueva psicopedagoga, la señora Sofía, quien la recibió con una cálida sonrisa.
- "Hola, Bianca.
Siempre he querido conocer a una niña tan especial como vos.
¿Te gustaría jugar un rato?" - le dijo.
Bianca se sintió aliviada y asintió sin dudar.
En la primera sesión, Sofía le mostró diferentes juegos educativos.
- "Cada juego que hacemos, nos ayuda a aprender.
No te preocupes, aprender puede ser divertido" - le comentó mientras lanzaban dados llenos de colores.
Bianca se divirtió tanto que empezó a olvidarse de su miedo a las matemáticas.
Después de varias semanas de sesiones, Bianca comenzó a imaginar un mundo diferente.
- "La suma no es tan aterradora, Sofía.
¡Mirá!
Cuando sumo, puedo usar mis juguetes como ayuda.
Si tengo dos muñecas y me dan tres más, ¡tengo cinco!" - exclamó emocionada.
Sofía sonrió, - "¡Exacto, Bianca!
Estás empezando a encontrar tu forma de aprender.
Cada uno tiene su propio método.
Vamos a seguir explorando tu manera única de aprender juntos.
" -
Con cada encuentro, Bianca se sentía más confiada.
Sin embargo, un día llegó al aula y se dio cuenta de que había un examen de matemáticas.
Su cara se llenó de preocupación.
- "No voy a poder, Sofía.
Todos los otros niños parecen saberlo todo.
.
.
yo no.
.
.
" -
Sofía, con mucha ternura, le tomó de las manos y dijo: - "Recordá, Bianca, la inteligencia no se mide solo por los exámenes.
Ahora, respirá hondo y piensa en lo que hemos practicado.
Podés hacerlo.
Yo confío en vos.
" -
Armada de valor, Bianca decidió encarar el examen de una manera diferente.
Miró los problemas y pensó en sus juegos de números, en las muñecas que había aprendido a contar.
Se concentró, y aunque no todas las respuestas fueran perfectas, logró resolver más de lo que pensaba.
Al final, se sintió orgullosa de sí misma.
- "¡Lo hice, Sofía!" - gritó cuando regresó a casa.
Los meses pasaron, y cada vez que se sentía nerviosa, recordaba a Sofía y la diversión que habían tenido al aprender.
Aprendió que no hay una única manera de aprender, que cada persona es especial a su manera.
Finalmente, un día, llegó el momento de una gran presentación en la clase.
Bianca debía leer un cuento que había escrito.
- "No quiero hacer esto.
.
.
todos van a reírse de mí" - decía en voz baja.
Pero este vez no se dejó vencer.
En lugar de eso, recordó todo lo que había aprendido.
Cuando le tocó su turno, respiró hondo, miró a sus compañeros y comenzó a leer su cuento sobre un valiente pez que soñaba con volar.
Al terminar, sus compañeros aplaudieron y le gritaron: - "¡Bianca, qué lindo cuento!" - En ese momento, sintió que había despegado como ese pez.
De ahí en más, cada vez que iba a la escuela, Bianca lo hacía con una sonrisa.
Ya no le tenía miedo a las matemáticas, ni al lenguaje.
Se dio cuenta de que podía aprender de manera única, y que cada desafío era una aventura por descubrir.
Y así, Bianca continuó creciendo, no solo como estudiante, sino también como amiga, descubriendo que la educación era una mágica travesía y no un destino.
Y cada vez que alguien le decía que no podía, ella sonreía y pensaba: - "Puedo aprenderlo de una manera diferente.
"
Y el poder de aprender nunca dejó de brillar en su corazón.