Bianca y su Primer Viaje a la Playa



Era una calurosa mañana de enero cuando Bianca y sus papás, Paula y Lucas, subieron al auto rumbo a la playa. Era la primera vez que la pequeña iba a ver el mar. La emoción le hacía latir el corazón como un tambor.

"¿Vamos a ver a los delfines, papá?" - preguntó Bianca mientras miraba por la ventana, dejando que el viento le despeinara el pelo.

"Quizás podamos verlos, princesa. Pero lo más importante es que vamos a juntarnos con la arena y a conocer el mar" - contestó Lucas, sonriendo por la felicidad de su hija.

Después de un largo viaje de risas, juegos y música, finalmente llegaron a la playa. Bianca quedó boquiabierta al ver el mar eternamente azul que se extendía hasta donde le alcanzaba la vista.

"¿Es esto el mar? Es gigante, Papá" - exclamó Bianca, saltando de alegría.

"¡Sí!" - dijo Paula, tomando la mano de su hija. "Es un lugar mágico, lleno de sorpresas. Y hoy, vamos a vivir muchas aventuras”.

La primera actividad del día fue construir un castillo de arena. Bianca y sus papás se armaron de cubos y palas, y empezaron a trabajar con mucha emoción.

"¡Mirá lo grande que está quedando!" - dijo Bianca, llenando su cubo de arena.

Pero justo cuando la torre más alta estaba a punto de ser coronada, una ola traviesa del mar vino y se llevó parte del castillo.

"¡Oh no!" - gritó Bianca, asombrada.

"No te preocupes, mi amor" - dijo Paula. "El mar a veces es juguetón. Podemos volver a hacerlo".

Bianca miró el mar, que ahora parecía reírse, y decidió que no se dejaría vencer.

"¡Vamos a hacerlo de nuevo!" - exclamó llenándose de valor. Su energía era contagiosa, y juntos empezaron de nuevo, esta vez construyendo una muralla más resistente.

Después de unas horas, Bianca se dio cuenta de que tenía arena en todas partes, incluso en los lugares más inesperados, pero no le importaba; estaba feliz. Después, sus papás la llevaron a buscar caracoles a la orilla.

"Mirá, este tiene el caparazón rayado, parece una pequeña casa" - dijo Paula, mostrándole uno.

"¡Qué lindo!" - respondió Bianca, maravillada.

"Podemos llevar algunos como recuerdo, pero siempre deberíamos dejarlos en su hogar" - explicó Lucas, mientras le enseñaba a seleccionar caracoles sin sacarles su hogar.

Bianca asintió, aprendiendo que la naturaleza era un regalo que debían cuidar.

Al final del día, el sol comenzó a esconderse en el horizonte, tiñendo el cielo de colores naranjas y rosados.

"¡Mirá el atardecer!" - dijo Lucas.

"Es como una pintura, papá" - respondió Bianca, contemplando el espectáculo.

De repente, Bianca escuchó risas y se dio cuenta de que unos niños jugaban con una pelota cerca de ellos.

"Podríamos unirnos a ellos, ¿no?" - propuso Paula. Bianca dudó, pero su curiosidad fue más fuerte. Se acercó tímidamente a los niños.

"Hola, ¿puedo jugar con ustedes?" - preguntó Bianca, mirando a los nuevos amigos.

"¡Claro! Ven, aquí hay lugar para todos" - respondieron los chicos, muy amigables.

Bianca corrió hacia ellos y, en pocos minutos, se perdió en un universo de risas, juegos y nuevos amigos. ¡El miedo se fue como por arte de magia!

Finalmente, al regresar a su toalla, cansada pero muy feliz, le dijo a sus papás:

"Hoy fue el mejor día de mi vida. Quiero que todos mis días tengan algo de playa y mar".

"Y así será, cariño. Porque el mundo está lleno de aventuras. Solo debes estar dispuesta a encontrarlas" - le dijo Lucas mientras miraban juntos las olas.

Y así, entre risas, arena y el cariño de su familia, Bianca aprendió que el mar no solo traía aventuras, sino también valiosas lecciones sobre la amistad, la paciencia y la importancia de cuidar lo que amamos. Y desde ese día, cada vez que miraba el mar, recordaba no solo la arena y los caracoles, sino también la alegría de ser valiente y abrir su corazón a nuevas posibilidades.

FIN.

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