Bianki y el Árbol de los Sueños



En un pequeño y colorido pueblo, vivía una niña llamada Bianki. Desde muy pequeña, Bianki soñaba con ser una gran artista, y lo que más deseaba era ayudar a su familia a salir de la pobreza. Cada día, después de la escuela, se sentaba bajo un árbol frondoso en el parque, donde dibujaba todo lo que imaginaba con un simple lápiz y un cuaderno desgastado.

Una tarde, mientras Bianki dibujaba, un anciano que pasaba por ahí se detuvo a mirarla.

"¿Qué dibujas, pequeña artista?" - le preguntó el anciano, apoyándose en su bastón.

"Sueños, señor. Sueños de ser una gran artista y ayudar a mi familia" - respondió Bianki con una sonrisa.

El anciano la miró fijamente y le dijo:

"Cada sueño que dibujas es un paso hacia tu futuro. Pero recuerda, no hay un camino fácil."

Bianki asintió, entendiendo que para lograr sus sueños, tendría que esforzarse mucho. Así que decidió que cada día sería un poco más dedicada.

Al día siguiente, Bianki fue a la biblioteca del pueblo y pidió libros de arte para aprender más.

"¿Tenés algo sobre cómo dibujar personas?" - le preguntó al bibliotecario.

"Claro, hay un libro muy bueno. Pero recuerda, el talento se cultiva con la práctica. ¡No te rindas!" - respondió el bibliotecario con una sonrisa.

Bianki tomó el libro y comenzó a practicar todos los días. Con el tiempo, sus dibujos se volvieron más hermosos y llenos de vida. Un día, mientras mostraba sus trabajos a sus amigos, una de ellas le sugirió:

"¿Por qué no hacemos una exposición de tus obras en el centro comunitario?" - le propuso.

Bianki se iluminó con la idea. Pero también sintió miedo:

"¿Y si a nadie le gusta?" - preguntó nerviosa.

"No importa si a otros les gusta o no, lo importante es que te guste a vos y que muestres tu esfuerzo" - la animó su amiga.

Así que Bianki se puso a trabajar. Junto a sus amigos, organizaron una exposición de arte en el centro comunitario. Prepararon carteles, ayudaron a colgar las obras, y Bianki estaba cada vez más emocionada. El día de la exposición, muchos del pueblo llegaron a ver su arte.

Durante la exhibición, un crítico de arte local se acercó.

"Tus obras son increíblemente emotivas, pequeña. ¿Has pensado en estudiar arte formalmente?"

Bianki nunca había imaginado esa posibilidad.

"No tengo dinero para pagar una escuela" - contestó con la cabeza gacha.

"Tu talento merece ser cultivado. Haremos una recolecta entre los vecinos, estoy seguro de que todos estarán dispuestos a ayudarte" - dijo el crítico con una amplia sonrisa.

Con determinación, Bianki aceptó la ayuda. Gracias a sus esfuerzos y el apoyo de su comunidad, logró conseguir una beca para una escuela de arte en la ciudad. Sus padres estaban tan orgullosos, que decidieron organizar una fiesta para celebrarlo.

Sin embargo, a medida que se preparaba para mudarse, Bianki no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. ¿Y si se olvidaba de su familia?"Nunca olvidaré de donde vengo" - se juró a sí misma.

En la escuela de arte, Bianki se esforzó al máximo. Cuando terminó su primer año, organizó una exposición de beneficencia para ayudar a su familia.

"Con lo que recaude, quiero comprar materiales de estudio para mis hermanos" - les dijo a sus compañeros.

El evento fue un éxito rotundo. No solo recaudó dinero, sino que también recibió un premio por su contribución al arte, lo que le dio la oportunidad de seguir estudiando y mejorar su técnica.

Con el tiempo, Bianki se convirtió en una renombrada artista, pero nunca olvidó sus raíces. Siempre dedicaba un porcentaje de sus ganancias para ayudar a su familia y al pueblo que la había apoyado siempre. El anciano que la había motivado aquella vez bajo el árbol también fue a la inauguración de su primera gran exposición. La miró con orgullo y le susurró:

"Mirá lo lejos que has llegado. Nunca dejes de soñar".

Y así, Bianki siguió creando arte, ayudando a su familia, y demostrando que con esfuerzo, perseverancia y un poco de ayuda, los sueños se pueden hacer realidad.

FIN.

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