Bibiana, la Maestra Zorro
En la Escuela Primaria 33, la maestra Bibiana era una figura única. Con su figura delgada y sus inseparables botas marrones, muchos decían que se parecía a la maqueta de un zorro que estaba en la sala de maestros. A veces, los chicos se reían entre ellos al notar la similitud. Pero a Bibiana no le importaba en lo más mínimo; sabía que era una maestra maravillosa y que sus alumnos la querían profundamente.
Un lunes soleado, cuando la clase comenzaba, la señorita Bibiana entró con una gran sonrisa y un sombrero de papel brillante.
- “¡Buenos días, mis pequeños exploradores! ” - exclamó entusiasmada. - “Hoy vamos a aprender sobre los secretos de la naturaleza.”
Lucas, uno de los más traviesos del grupo, levantó la mano con una sonrisa juguetona.
- “¿Se refiere a los secretos de los zorros también, señorita Bibiana? ”
Los demás comenzaron a reírse. Bibiana giró la cabeza, y con una sonrisa, respondió: - “¡Exactamente! Justo como los zorros, tenemos que ser curiosos y astutos para aprender más sobre el mundo que nos rodea.”
Poco a poco, los niños dejaron de reírse y se interesaron en la lección. Bibiana llevó a los chicos al parque cercano, donde iba a mostrarles de cerca la naturaleza. Les enseñó a observar a los pájaros y a escuchar el canto de las aves, mientras que les contaba historias sobre zorros que vivían en el campo.
A medida que pasaban los días, los vínculos de amistad entre Bibiana y sus alumnos se fortalecían. Pero un día, algo inesperado ocurrió. La maestra les anunció que había un concurso de arte en la escuela y que ellos iban a participar.
- “Voy a necesitar su creatividad, y quizás, un poco de inspiración. ¿Qué les parece si pintamos un mural de la naturaleza? ” - sugirió Bibiana con entusiasmo.
Todos gritaron que sí, pero Lucas, aún con su espíritu bromista, dijo: - “Pero, señorita, ¿cómo haremos un mural de la naturaleza sin pintar un gran zorro? ”
- “¡Esa es una excelente idea! ” - exclamó Bibiana. - “Podemos incluir un zorro como símbolo de nuestra creatividad.”
Los niños se pusieron a trabajar con muchas ganas. Cada uno aportó su propia visión del zorro, el parque y la naturaleza. Juntos, pintaron colores vibrantes, árboles, flores y por supuesto, un gran zorro que estaba justo en el centro del mural.
A medida que avanzaban, algunos niños comenzaron a dudar de sí mismos, sintiendo que su arte no era lo suficientemente bueno.
- “No sé si puedo hacerlo tan bien como los otros.” - murmuro Ana, mirando su pincel.
- “¡Claro que puedes, Ana! Lo importante es que pints con tu corazón. Cada uno de nosotros es único y eso es lo que hace nuestras obras de arte especiales! ” - dijo Bibiana, dándole ánimo.
El día del concurso llegó, y los alumnos estaban nerviosos pero emocionados.
- “Recuerden, no solo hemos pintado un mural, sino que hemos trabajado en equipo y nos hemos apoyado entre todos. Eso es lo que importa,” - les recordó Bibiana antes de que entraran al auditorio.
El mural fue presentado y todos se miraban visiblemente orgullosos de lo que habían logrado juntos.
- “¡Es el mejor mural que he visto! ” - exclamó uno de los docentes.
Al final, el mural ganó el primer premio, pero lo que Bibiana valoró más fue el compañerismo que habían cultivado durante el proceso.
- “A veces, lo que parece una burla se convierte en una hermosa oportunidad para brillar. Recuerden, siempre que seamos nosotros mismos, podemos lograr cosas grandiosas,” - les dijo al finalizar.
Y así, en la Escuela Primaria 33, Bibiana, la maestra con botas marrones, se convirtió en un símbolo no solo de enseñanza, sino de amistad, apoyo y creatividad, dejando una huella imborrable en el corazón de sus alumnos. Desde entonces, nunca se volvió a reír de ella, sino que todos aprendieron a querer a su maestra zorro y a celebrar lo que los hacía únicos.
FIN.