Bigotes y la casa en la colina
Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de hermosas colinas, vivía un espantapájaros llamado Bigotes.
A pesar de que su trabajo era asustar a los pájaros para proteger las cosechas, Bigotes tenía un gran corazón y siempre soñaba con tener amigos. Un día, mientras estaba en su puesto en el campo, Bigotes vio a lo lejos a una familia de pájaros cantando y jugando felices.
Se sintió muy solo y triste al ver lo divertido que era tener amigos. Decidió entonces dejar su puesto por unos momentos e ir en busca de alguien con quien compartir sus días.
Bigotes caminó por el pueblo hasta llegar a la plaza central, donde vio a un grupo de niños jugando y riendo juntos. Se acercó tímidamente y les dijo:- ¡Hola! Soy Bigotes, el espantapájaros.
¿Les gustaría ser mis amigos? Los niños se sorprendieron al ver hablar al espantapájaros, pero pronto se dieron cuenta de que era amigable y simpático. - ¡Claro que sí! - exclamaron los niños emocionados. - Seremos tus amigos. Desde ese día, Bigotes pasaba las tardes junto a sus nuevos amigos en la plaza del pueblo.
Jugaban al fútbol, subían a los árboles más altos y compartían ricos helados bajo el sol radiante. Pero había algo que preocupaba mucho a Bigotes: no podía irse demasiado lejos del campo porque debía cuidar las cosechas de los agricultores del pueblo.
Sabía que si no cumplía con su trabajo, todos podrían quedarse sin alimentos. Un día, mientras paseaba con sus amigos por las colinas cercanas al pueblo, Bigotes tuvo una idea brillante.
Vio una colina perfecta para construir una casita y pensó que si vivía allí, podría estar cerca de sus amigos y seguir cuidando las cosechas. - ¡Chicos! - exclamó Bigotes emocionado. - He encontrado el lugar perfecto para construir mi casa.
¿Me podrían ayudar? Los niños se miraron entre sí y asintieron con entusiasmo. - ¡Claro que sí, Bigotes! Vamos a construirte la mejor casa de espantapájaros del mundo. Así comenzaron a trabajar juntos en la construcción de la casita de Bigotes.
Cada uno puso su granito de arena: unos recolectaban palitos, otros traían hojas secas y todos trabajaban en equipo para hacer realidad el sueño del espantapájaros. Finalmente, después de mucho esfuerzo y trabajo en equipo, la casita estuvo lista.
Era pequeña pero acogedora, con ventanas hechas con trozos de vidrio reciclados y un techo hecho de ramitas entrelazadas. Bigotes estaba tan feliz que no podía contener su emoción.
- ¡Muchas gracias, amigos! Me han dado el mejor regalo que podría haber imaginado: una casa en la colina junto a ustedes. A partir de ese día, Bigotes vivió feliz en su nueva casita mientras seguía cuidando las cosechas durante el día.
Por las tardes, bajaba corriendo por la colina para encontrarse con sus amigos en la plaza del pueblo. Juntos compartían risas, juegos y momentos inolvidables llenos de amor y amistad.
Y así, el espantapájaros Bigotes aprendió que no importa quién seas o a qué te dediques, siempre hay espacio para la amistad y el amor en nuestras vidas. Y aunque sus amigos humanos no podían vivir en una colina como él, siempre estarían juntos en el corazón.
FIN.