Blancanieves y la sabiduría de la bondad
En un hermoso palacio nació una niña de piel tan blanca como la nieve. La madre de la niña falleció al dar a luz, y su padre, el rey, se volvió a casar con una mujer de belleza deslumbrante, pero de corazón frío como el hielo. La madrastra de la niña tenía un espejo mágico al que preguntaba todos los días quién era la más hermosa del reino. La envidia de la madrastra creció al escuchar que la niña, Blancanieves, era considerada la más hermosa.
Un día, la madrastra, consumida por la envidia, mandó a un cazador a llevar a Blancanieves al bosque, con la siniestra orden de acabar con ella. Pero el cazador, con un corazón noble, en lugar de hacerle daño a la niña, la dejó ir y le advirtió que nunca volviera.
Blancanieves caminó y caminó hasta encontrar una pequeña casa al anochecer. La casa estaba habitada por siete diminutos y amables enanitos, quienes le ofrecieron refugio. A cambio, Blancanieves se encargó de cuidar la casa con amor y gratitud.
Mientras tanto, la madrastra, al enterarse de la supervivencia de Blancanieves, se dispuso a deshacerse de ella por sus propios medios. Primero, intentó envenenarla con una manzana mágica; luego, disfrazada de anciana, logró engañar a Blancanieves para que probara una porción de la malvada fruta.
La dulce inocencia de Blancanieves la llevó a caer en el hechizo de la manzana. Los enanitos, desconsolados, construyeron un ataúd de cristal para conservarla, hasta que un valiente príncipe, conmovido por la historia, la besó con amor verdadero, disipando el hechizo y devolviéndola a la vida.
La historia de Blancanieves nos enseña la importancia de la bondad, la valentía y la gratitud. La persistencia de Blancanieves, su actitud positiva y su generosidad la llevaron a superar los desafíos más difíciles. Además, nos muestra que, a pesar de los obstáculos, el amor verdadero y la bondad siempre prevalecerán sobre la envidia y la maldad.
FIN.