Blancanieves y los 7 Gigantes



Érase una vez, en un reino muy lejano, una belleza de niña llamada Blancanieves. Era conocida por su amabilidad y su risa contagiosa. Un día, mientras exploraba el espeso bosque, se encontró con un enorme castillo antiguo. Intrigada, decidió entrar.

"¡Hola! ¿Hay alguien aquí?" - llamó Blancanieves, su voz resonando por los pasillos vacíos.

A su sorpresa, se encontró con siete gigantes. Eran grandes y fuertes, pero también muy, muy juguetones.

"¿Quién eres tú?" - preguntó Gigante 1, con una voz que retumbaba como un trueno.

"Soy Blancanieves. Busco aventuras y me encanta hacer nuevos amigos."

Los gigantes, emocionados, invitaron a Blancanieves a unirse a sus juegos. Cada uno tenía una habilidad especial: Gigante 1 podía hacer volteretas increíbles, Gigante 2 era un magnífico bailarín, Gigante 3 podía hacer crecer flores con sólo tocarlas y así sucesivamente con los demás. Blancanieves se divirtió mucho aprendiendo de cada uno.

"¡Miren esto!" - dijo Gigante 4, mientras levantaba una roca del tamaño de una casa.

"Eso es asombroso, ¡¿puedo intentarlo? !" - preguntó Blancanieves, entusiasmada.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, un oscuro secreto comenzó a revelarse. Los gigantes, a pesar de ser tan grandes y fuertes, eran temidos por los habitantes del reino. La razón era que se creía que cualquier encuentro con ellos podía causar problemas o incluso asustar a los más pequeños.

Blancanieves, al darse cuenta de lo que sucedía, decidió ayudar a sus nuevos amigos a cambiar esa percepción.

"¿Por qué no organizamos una fiesta en el pueblo?" - sugirió.

"Pero, ¿y si nos ven y se asustan?" - respondió Gigante 5, con preocupación.

"¡No se asustarán si ven lo buenos que son!" - añadió Blancanieves.

Después de mucho convencer a los gigantes, finalmente estuvieron de acuerdo. Juntos, comenzaron a preparar la fiesta: decoraron el bosque con flores de colores, hicieron enormes pasteles y prepararon divertidos espectáculos.

El día de la fiesta, los habitantes del pueblo miraron con incertidumbre el gran castillo donde estaban los gigantes. Blancanieves, con una gran sonrisa, dio un paso al frente.

"¡Hola, amigos! No deben tener miedo. Hoy estamos aquí para divertirnos y ser amigos."

Los gigantes comenzaron a mostrar sus talentos: hicieron un espectáculo de acrobacias, Gigante 7 pintó hermosos paisajes y cada uno participó en juegos que hacían reír a todos. Con cada risa, los corazones de los aldeanos se fueron abriendo, olvidando sus miedos.

"¡Miren, son tan divertidos!" - gritó un niño del pueblo, mientras Gigante 3 hacía que las flores crecieran en segundos.

"¡Sí! Nunca pensé que los gigantes fueran tan amables!" - respondió otro.

A medida que el día avanzaba, la fiesta se volvió una gran celebración de amistad. Al final de la noche, ambas partes se unieron para una danza en el claro del bosque, mostrando que el amor y el respeto pueden vencer cualquier miedo.

Al concluir la celebración, Blancanieves miró a sus amigos gigantes.

"Fueron increíbles. Nos hicimos amigos y nadie tuvo que tener miedo a lo desconocido. ¡Y ahora somos un equipo!"

"¡Sí!" - gritaron todos a coro.

Desde ese día, los gigantes y los habitantes del pueblo compartieron aventuras, risas y, sobre todo, el poderoso lazo de la amistad. Blancanieves demostró que la bondad puede cambiar la forma en que vemos a los demás y que, a veces, las diferencias pueden ser una gran razón para unirnos y celebrar.

Y así, cada vez que el sol se ponía, se podía ver esa gran amistad brillando en el reino.

.

FIN.

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