Blancanieves y los Chiquitos
En un lejano bosque, había una hermosa cabaña donde vivía Blancanieves con sus siete amigos: los Chiquitos. Eran siete enanos alegres y curiosos que siempre estaban listos para vivir aventuras. Blancanieves tenía un corazón tan grande como su bondad, y los Chiquitos eran los más leales y divertidos compañeros que uno podría tener.
Un día soleado, mientras recogían flores y frutas en el bosque, Blancanieves dijo:
"Chicos, hoy es un buen día para hacer algo especial. ¿Qué les gustaría hacer?"
"¡Uuuh! ¡Podríamos hacer un picnic!" sugirió Chiquito Alegre.
"Sí, sí! Y yo puedo traer mis galletas de miel" agregó Chiquito Goloso.
Decidieron reunir todo lo necesario y se pusieron manos a la obra. Cada Chiquito traía algo especial. Chiquito Inventor propuso:
"Yo puedo hacer una mesa con ramas y hojas."
"¡Y yo puedo traer mi guitarra para cantar!" dijo Chiquito Melódico.
Después de trabajar juntos, finalmente montaron su picnic en un claro del bosque, bajo la sombra de un gran árbol. Entre risas, juegos y deliciosas galletas, se divertían cuando, de repente, escucharon un ruido extraño proveniente de detrás de unos arbustos.
"¿Qué fue eso?" preguntó Chiquito Asustado.
"¡Vayamos a investigar!" propuso Blancanieves.
Cautelosamente se acercaron al sonido y descubrieron a un pequeño zorro atrapado en un matorral.
"¡Pobrecito!" exclamó Blancanieves.
"¡Debemos ayudarlo!" dijo Chiquito Generoso.
Los Chiquitos trabajaron en equipo para liberar al zorro, cortando cuidadosamente las ramas con las manos.
"¡Ya casi lo tenemos!" gritó Chiquito Fuerte mientras empujaba una rama.
Finalmente, lograron liberar al zorro, que agradecido movió su cola y dijo:
"¡Gracias! Soy Zorrito, y no sé qué habría hecho sin ustedes. ¿Puedo unirme a su picnic?"
"¡Claro! Cuantos más, mejor" respondió Blancanieves con una sonrisa.
Después de que Zorrito se unió a ellos, compartieron la comida, jugaron y cantaron juntos. Pero al poco rato, el cielo se nubló y comenzaron a caer pequeñas gotas de lluvia.
"¡Al refugio!" gritó Chiquito Rápido.
"¡No, no! No dejemos que nos estropee la diversión. ¡Hagamos una lluvia de risas!" sugirió Blancanieves.
Y así, se pusieron a saltar y a bailar bajo la lluvia, disfrutando de la naturaleza y convirtiendo el mal tiempo en una gran fiesta. Cuando la lluvia cesó, el sol salió y formó un hermoso arcoíris en el cielo.
"¡Miren!" exclamó Chiquito Maravilloso.
"¡Espectacular!" agregó Zorrito, con los ojos llenos de asombro.
Blancanieves, viendo la alegría de sus amigos, dijo:
"Chicos, lo importante es que siempre seamos felices, sin importar lo que pase. Juntos podemos convertir cualquier momento en una aventura maravillosa."
Inspirados por la reflexión de Blancanieves, decidieron que, a partir de ese día, ayudarían a cualquier criatura del bosque que lo necesitara. Los Chiquitos se convirtieron en los guardianes del bosque, siempre listos para brindar ayuda y alegría a los demás.
Y así, cada día era una nueva aventura llena de risas, bondad y amistad. La alegría de Blancanieves y de sus Chiquitos iluminaba el bosque, creando un lugar mágico donde la diversión y la generosidad reinaban por siempre.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.