Blancanieves y los siete enanitos


Había una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Blancanieves. Ella vivía en un castillo con su madrastra, la Reina Malvada, que era muy vanidosa y siempre estaba preocupada por ser la más hermosa de todas. Un día, el Espejo Mágico le reveló que Blancanieves era más hermosa que ella. Llena de ira, la malvada madrastra ordenó a un cazador llevar a Blancanieves al bosque y matarla. El cazador, conmovido por la dulzura de Blancanieves, la dejó escapar y le dijo que huyera lo más lejos posible y se escondiera.

En el bosque, Blancanieves se encontró con una casita muy pequeña y decidió entrar. Al ver que dentro todo estaba muy desordenado, decidió ordenarlo. Después de limpiar la casa, se quedó dormida en una de las camitas. Al llegar la noche, regresaron los dueños de la casa, ¡siete simpáticos enanitos! Al principio, ellos se asustaron al ver a Blancanieves, pero al escuchar su historia, decidieron acogerla y protegerla de la malvada Reina.

Mientras tanto, la Reina Malvada descubrió que Blancanieves seguía con vida, por lo que decidió tomar cartas en el asunto. Preparó una manzana envenenada y la entregó a Blancanieves disfrazada de anciana. La princesa, sin sospechar nada, tomó un bocado de la manzana y cayó en un profundo sueño. Los enanitos, al llegar a casa, encontraron a Blancanieves inmóvil y lloraron desconsolados creyendo que estaba muerta. Pero entonces, llegó el Príncipe azul, quien con un beso de amor verdadero despertó a Blancanieves. Juntos regresaron al castillo, derrotaron a la malvada Reina y vivieron felices para siempre.

Y así, Blancanieves aprendió que la bondad y la amistad siempre triunfan sobre la envidia y la maldad.

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