Blanquitas Lesson of Sharing
La oveja envidiosa se llamaba Blanquita y siempre había sido el centro de atención en la granja. Las hijas de los granjeros la adoraban por su hermoso pelaje blanco y la mimaban con deliciosas comidas.
Blanquita disfrutaba de una vida cómoda y llena de privilegios. Un día, mientras estaba pastando junto a sus compañeras ovejas, Blanquita notó que todas ellas se apartaban para dejarle espacio. Se sentía especial y creía que merecía todos los privilegios que tenía.
Pero una de las ovejas decidió decirle algo importante. "Blanquita, no es justo que comas todo el pasto tú sola", dijo la oveja preocupada.
Blanquita miró a su compañera con desdén y respondió: "Yo soy la más bonita y la más importante aquí, merezco tener lo mejor". La otra oveja suspiró tristemente y le explicó: "Todos somos iguales aquí en la granja, nadie es más importante que otro.
Si compartimos el pasto entre todos, habrá suficiente para cada uno". Blanquita no entendía por qué debía compartir si ella era tan especial. Decidió ignorar a su compañera y continuó comiendo sin preocuparse por los demás. Pero poco a poco, las otras ovejas comenzaron a alejarse de Blanquita.
Ya no querían jugar con ella ni compartir su espacio. Incluso las hijas del granjero dejaron de prestarle atención porque veían cómo trataba mal a sus amigas.
Un día, cuando llegó la hora del almuerzo, Blanquita se dio cuenta de que ya no había deliciosos manjares esperándola en la casa. Las hijas del granjero habían dejado de mimarla.
Triste y solitaria, Blanquita decidió acercarse a las otras ovejas para pedirles perdón y aprender a ser más amable y compartir con los demás. "Lamento mucho haberme comportado así. Me di cuenta de que todos somos importantes y merecemos respeto", dijo Blanquita sinceramente. Las otras ovejas la miraron sorprendidas pero aceptaron sus disculpas.
Juntas, comenzaron a pastar en armonía, compartiendo el pasto entre todas sin importar su apariencia o posición en la granja. Con el tiempo, Blanquita recuperó la confianza de sus compañeras y se convirtió en una oveja más querida por todos.
Aprendió que ser bonita no es suficiente si no tienes un corazón generoso y amable. Desde aquel día, Blanquita se convirtió en un ejemplo para las demás ovejas de cómo tratar a los demás con respeto y compartir lo que tenemos.
Y vivieron felices en la granja, siempre recordando que nadie es más importante que otro y que todos merecen ser tratados con igualdad.
FIN.