Bonifacia, la yegua intrépida



Había una vez, en una granja llena de vida, una yegua llamada Bonifacia. Era una criatura alegre y traviesa, con un pelaje brillante y una energía desbordante. Bonifacia disfrutaba correr a toda velocidad por los campos verdes, haciendo saltos gigantes y riendo a carcajadas, o al menos eso parecía hacer. Pero, su amor por la velocidad a menudo causaba más problemas de los que la granja podía manejar.

Un día, mientras los animales se preparaban para la feria del pueblo, Bonifacia salió disparada por los alrededores.

- “¡Bonifacia, cuidado! ” - gritaron las gallinas mientras intentaban escapar de su camino.

Bonifacia se pasó de la ruta y terminó metiéndose en el gallinero, haciendo que las gallinas volaran en todas direcciones con un clamor de cacareo.

- “¡Eso no se hace, Bonifacia! ” - protestó la gallina más anciana, Doña Clotilde.

- “Lo siento, solo quería jugar” - dijo Bonifacia, bajando la cabeza un poco avergonzada.

A pesar de sus excusas, los animales de la granja comenzaron a temer que su travesura arruinara la feria. Los cerdos, las vacas y los patos se reunieron para discutir cómo podrían controlar a la yegua inquieta.

- “¡Necesitamos un plan! ” - sugirió el gallo Ramiro, moviendo sus alas con determinación.

Mientras tanto, Bonifacia se dio cuenta de que podía usar su energía para algo más que correr descontroladamente. Así que, tras escuchar a los demás animales, decidió que sería mejor ayudar en lugar de causar más problemas.

- “¡Yo puedo ayudar! ” - exclamó Bonifacia, acercándose al grupo de animales.

Los otros animales se miraron entre sí, desconfiados.

- “¿Y cómo piensas ayudar si solo sabes correr? ” - preguntó la vaca Margarita.

Bonifacia, sintiendo que ya no podía convertirse en el foco de atención, pensó un momento y luego dijo:

- “Puedo correr para traer cosas. ¡Seré la mensajera de la granja! ”

Los animales se miraron intrigados. Así que, después de reunirse y discutir, decidieron hacer una prueba.

- “Si traes la harina que necesitamos para hacer las tortas de feria, iremos a tus carreras” - propuso Doña Clotilde.

Bonifacia asintió emocionada y salió disparada hacia el almacén. Al llegar, recogió la bolsa de harina, pero no sin chocar con una mesa.

- “¡Ups! Pero ya estoy aquí”, dijo riendo y moviendo su cola.

Con gran destreza, Bonifacia fue trayendo diferentes ingredientes desde aquel día, y cada vez se hacía más confiable. Logró ser parte del grupo y aunque todavía corría, ahora lo hacía para ayudar.

Finalmente, llegó el día de la feria. Bonifacia fue invitada a participar en la carrera de caballos, pero no solo como competidora, sino como mensajera.

- “Hoy verán que puedo ser veloz y útil al mismo tiempo”, dijo Bonifacia mientras se preparaba.

Cuando comenzó la carrera, Bonifacia no solo se dedicó a ganar, sino que se aseguró de que todos los animales tuvieran los ingredientes necesarios en sus puestos. Rápidamente se convirtió en la estrella de la feria, no sólo por su velocidad, sino por su espíritu colaborador.

Al final del día, los animales la aplaudieron con entusiasmo.

- “¡Hurra por Bonifacia, la yegua más rápida y servicial de la granja! ” - gritó Ramiro, lleno de emoción.

Desde ese día, Bonifacia aprendió que su energía podía ser utilizada para el bien, y que convertirse en parte de un equipo la hizo aún más feliz. La granja se convirtió en un lugar donde todos podían compartir y disfrutar, y Bonifacia jamás olvidó lo importante que era ayudar a los demás.

Así, Bonifacia se convirtió en la yegua que, con un solo galope, pudo transformar sus travesuras en travesuras con propósito. Y todos, desde las gallinas hasta los cerdos, aprendieron que incluso los más traviesos pueden ser los héroes de su historia.

FIN.

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