Borealis y el Misterio del Fuego



Había una vez, en un bosque lleno de madera y vegetación tupida, un mamut llamado Borealis. A pesar de ser un mamut fuerte y grande, Borealis tenía una cosa que lo hacía sentir pequeño: le tenía miedo al fuego. Desde que había perdido a su madre, cuando era muy joven, había asociado el fuego con algo aterrador. Su madre siempre le decía que el fuego podía ser peligroso, pero también podía ayudar a mantenernos a salvo y cocinar la comida. Ahora, cada vez que veía llamas danzantes en la distancia, Borealis se encogía de miedo.

Un día, mientras Borealis caminaba por el bosque, decidió que necesitaba vencer su miedo. Pero, ¿cómo podría hacerlo? Se sentó a pensar, cuando de repente escuchó un chirrido.

- “¡Ayuda! ¡Alguien, por favor! ” – gritó una pequeña ardilla que estaba en un árbol.

- “¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? ” – preguntó Borealis, acercándose con cautela.

- “¡Me atrapó una rama y no puedo bajarme! ” – lloró la ardilla.

Borealis, sintiendo el miedo al fuego en su interior, comenzó a pensar. ¿Debía correr y dejar a la ardilla? Pero en su corazón sabía que no podía hacer eso.

- “Voy a ayudarte, amiga ardilla” – dijo Borealis con determinación.

Con cuidado, Borealis movió la tierra con su trompa y fue despejando el camino hasta que pudo liberar a la ardilla.

- “¡Gracias, Borealis! Eres muy valiente” – le dijo la ardilla, sonriendo a pesar de su miedo.

Esa sonrisa le dio fuerza a Borealis. Quería ayudar más a sus amigos, pero el fuego seguía atormentándolo. De repente, escuchó un sonido más fuerte desde el otro lado del bosque. Era un grupo de animales, todos reunidos alrededor de un fuego.

- “¡No, no, no! ¡El fuego! ” – exclamó Borealis, recordando su miedo.

- “Borealis, ven, no tengas miedo. El fuego nos está ayudando a cocinar” – dijo una tortuga sabia que estaba cerca.

- “¡Pero…! ” – comenzó Borealis, pero la tortuga lo interrumpió.

- “El fuego puede ser peligroso, sí. Pero si lo respetamos y lo usamos con cuidado, puede ser nuestras manos y tener una cena deliciosa.”

Borealis sintió que una chispa de valor nacía en él. ¿Y si el fuego no era sólo miedo? Se acercó al grupo lleno de curiosidad.

- “¿Puedo ver? ” – preguntó, mirando cómo los demás animales estaban felices cocinando castañas.

- “¡Claro! Todo es cuestión de tener cuidado. Mira cómo nos mantenemos a salvo” – le explicó la tortuga.

Borealis observó con atención. La humedad del campo alejaba el fuego de los arbustos, y los animales se turnaban para cocinar. La tortuga le mostró cómo crear un pequeño fuego en el suelo, lejos de las hojas secas. Confió en ella y se unió al grupo.

Poco a poco, Borealis comenzó a relajarse. Al final de la noche, se sentó junto al fuego con sus nuevos amigos, disfrutando de las castañas asadas. El miedo que había sentido flotaba en el aire, y recordó las enseñanzas de su madre: el fuego puede ser útil si se maneja bien.

- “¡Esto es delicioso! ” – dijo Borealis, mientras todos reían y compartían historias.

- “Gracias por enseñarme a no temerle al fuego” – agregó, mirando a la tortuga.

Y así, Borealis descubrió que el fuego no era un enemigo. Era un amigo que a veces necesitaba ser respetado, y podía ser un gran aliado. Desde ese día, decidieron hacer reuniones en torno al fuego, donde siempre había risas, historias y deliciosas comidas.

Y aunque siempre extrañó a su madre, Borealis aprendió a encontrar consuelo en sus nuevos amigos y en las lecciones que había heredado.

FIN.

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