Brazo roto, diversión encontrada


Un día, Gero estaba jugando en su habitación cuando vio una araña gigante en la pared. Él no tenía miedo de las arañas, pero sabía que su mamá sí lo tenía.

"Mamá, ven a ver esta araña gigante", dijo Gero. Su mamá entró corriendo y se asustó al ver a la araña en la pared. "No te preocupes, mamá. Yo puedo atraparla", dijo Gero con confianza.

Gero comenzó a trepar por la pared para llegar hasta donde estaba la araña. Pero se resbaló y cayó al suelo. "¡Ay! Me duele el brazo", dijo Gero mientras sostenía su brazo izquierdo. Su mamá lo llevó al hospital y le pusieron un yeso en el brazo.

Ahora no podía trepar las paredes ni jugar como antes. Gero estaba triste porque extrañaba sus aventuras de trepador de paredes.

Pero Nico, su hermano mayor, lo animaba todos los días diciéndole que pronto se curaría y volverían a jugar juntos como siempre habían hecho antes. "No te preocupes, hermanito. Vamos a encontrar una forma de divertirnos juntos mientras tu brazo se cura", dijo Nico con una sonrisa tranquilizadora.

Así fue como los dos niños comenzaron a buscar otras formas de divertirse juntos. Descubrieron que podían dibujar juntos o leer cuentos para Lula, su perra mascota. Aprendieron nuevos juegos de mesa e incluso construyeron fortalezas con almohadas y mantas en el salón de estar.

Con el tiempo, el brazo de Gero se curó y volvió a trepar las paredes con más fuerza que nunca. Pero también aprendió que, aunque las aventuras son divertidas, la familia es lo más importante en la vida.

"Gracias por estar siempre ahí para mí, Nico", dijo Gero mientras abrazaba a su hermano mayor. "Siempre estaré aquí para ti, hermanito", respondió Nico con una sonrisa cálida.

Y así fue como los dos niños se dieron cuenta de que el amor y la amistad son más fuertes que cualquier pared que pudieran trepar.

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