Había una vez un niño llamado Mateo, que siempre decía que no quería hablar mucho porque se le iba a gastar la voz.
Mateo era muy callado y tímido, pero tenía un corazón enorme y unas ideas brillantes en su cabeza.
Un día, cuando Mateo llegó al colegio, se encontró con un grupo de niños que comenzaron a burlarse de él por su forma de hablar.
Le decían cosas como "¡Mirá al mudo Mateo!
" o "¿Por qué no hablás, te comiste la lengua el perro?
".
Estas palabras lastimaron profundamente a Mateo, quien se sintió triste y desanimado.
-"No me gusta cómo me tratan los demás", pensaba Mateo mientras caminaba solo por el patio del colegio.
Esa tarde, en casa, Mateo le contó a su mamá lo que había pasado.
Ella lo abrazó con ternura y le dijo: "Mateo, nunca dejes que las palabras hirientes de los demás apaguen tu luz interior.
Tú vales mucho y mereces ser respetado".
A partir de ese momento, Mateo decidió darle una oportunidad más a su voz.
Comenzó a practicar hablar frente al espejo y a leer en voz alta cuentos para sí mismo.
Poco a poco fue tomando confianza en sí mismo y en su voz.
Un día, durante el recreo, uno de los niños que solía burlarse de él se acercó tímidamente.
-"Hola Mateo", dijo el niño con arrepentimiento en sus ojos.
"Siento mucho haberme burlado de ti.
No estaba bien y me gustaría pedirte disculpas.
"Mateo miró al niño con sorpresa, pero luego sonrió amablemente y extendió su mano en señal de perdón.
-"Gracias por disculparte", respondió Mateo con valentía.
"Todos cometemos errores, lo importante es aprender de ellos.
"Desde ese día, los niños del colegio empezaron a ver a Mateo con otros ojos.
Descubrieron lo inteligente y divertido que era cuando se animaba a compartir sus pensamientos y sentimientos.
Y así, poco a poco, Mateo fue ganando amigos genuinos que lo querían tal como era.
Al final del año escolar, durante la obra de teatro del colegio, todos quedaron sorprendidos al escuchar la clara y segura voz de Mateo recitando un poema frente a toda la escuela.
Su actuación fue tan emotiva que muchos no pudieron contener las lágrimas.
Y desde entonces, Mateo siguió hablando sin miedo ni vergüenza; sabiendo que su voz era única e invaluable.
Porque aunque el mundo pueda ser ruidoso y cruel algunas veces,siempre hay espacio para la bondad,y para aquellos valientes como Mateque encuentran en su interior la verdadera felicidad.