Brillando desde adentro



Había una vez en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, una chica llamada Luna. Luna era muy especial, tenía una cicatriz en su rostro que la hacía sentir insegura y triste.

Desde pequeña, había recibido malos comentarios y burlas por parte de algunas personas del pueblo debido a su aspecto. Luna se sentía tan avergonzada de su cicatriz que siempre llevaba el rostro cubierto con un pañuelo.

Evitaba a la gente y prefería estar sola para no tener que enfrentarse a más críticas o miradas desagradables. Un día, mientras paseaba por el parque, Luna notó a un joven llamado Mateo. Mateo era amable, simpático y siempre tenía una sonrisa en el rostro.

A pesar de sentirse atraída por él, Luna decidió mantenerse alejada para evitar cualquier tipo de rechazo o comentario hiriente. Mateo también había notado a Luna y se sentía intrigado por ella.

Quería acercarse y conocerla mejor, pero cada vez que intentaba entablar una conversación, Luna se marchaba rápidamente sin decir una palabra. —"Hola" , dijo Mateo tímidamente un día mientras se cruzaban en el mercado del pueblo. Luna no respondió y siguió caminando apresuradamente.

Sin embargo, algo en la mirada de Mateo le hizo detenerse por un instante antes de desaparecer entre la multitud. Los días pasaron y Mateo no dejaba de pensar en Luna.

Decidió investigar un poco más sobre ella y descubrió que le gustaba pintar paisajes hermosos en su tiempo libre. Decidió entonces acercarse a ella de otra manera. Una tarde, cuando Luna estaba concentrada pintando en el parque, sintió una presencia cercana.

Levantó la mirada y vio a Mateo parado frente a ella con una caja llena de colores y pinceles. "Hola Luna", saludó Mateo con ternura. "He traído algunos materiales para pintar contigo si me lo permites".

Luna se sorprendió por el gesto amable de Mateo e inexplicablemente sintió confianza en él. Juntos pasaron horas pintando paisajes maravillosos mientras conversaban sobre sus vidas, sueños e inquietudes. Con el paso del tiempo, Luna comenzó a bajar lentamente su guardia frente a Mateo.

Él nunca mencionaba su cicatriz ni hacía comentarios hirientes sobre su apariencia; simplemente la aceptaba tal como era. Una tarde soleada, mientras compartían un picnic bajo un árbol frondoso, Luna tomó aire profundamente y lentamente comenzó a desprenderse el pañuelo que cubría su rostro.

Mateo contuvo la respiración al ver aparecer ante sus ojos el verdadero rostro de Luna con todas sus imperfecciones y belleza única. "Eres hermosa", murmuró Mateo con sinceridad mientras acariciaba delicadamente la mejilla marcada de Luna.

En ese momento, lágrimas brotaron de los ojos de Luna no por tristeza sino por felicidad al sentirse finalmente aceptada y querida tal como era por primera vez en mucho tiempo.

Juntos comprendieron que la verdadera belleza radica en lo más profundo del corazón y que las cicatrices externas no definían quien eran realmente las personas.

Desde ese día, Luna ya no ocultó su rostro ni evitó a los demás; aprendió a valorarse a sí misma gracias al amor incondicional de MateEllos continuaron compartiendo momentos especiales juntos disfrutando cada instante como dos almas conectadas por la autenticidad y el respetY así fue cómo esa historia nos enseña que debemos ser comprensivos con los demás sin juzgar superficialmente, sino aprender valorar lo realmente importante: nuestra esencia interior.

FIN.

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