Brillando en la Gimnasia



Olivia era una niña llena de energía y sueños. Cada vez que encendía la televisión, sus ojos se iluminaban con las imágenes de las impresionantes competencias de gimnasia. Le fascinaban los giros, los saltos y las acrobacias que realizaban las gimnastas.

"¡Mamá! ¡Quiero ser como ellas!", le decía a su madre con una sonrisa brillante.

Un día, Olivia se preparó muy emocionada para su primera clase de educación física en la escuela. El corazón le palpita de la emoción. Cuando finalmente entró al gimnasio, vio colchonetas azules y rojas esparcidas por todo el suelo.

"¡Esto es increíble!", exclamó, corriendo hacia las colchonetas.

La profesora de Educación Física, la señora Carla, era una mujer dulce y entusiasta que amaba su trabajo. Dedicó la clase a enseñarles las primeras posiciones y movimientos de gimnasia.

"Hoy aprenderemos a hacer la rueda y las volteretas", anunció con entusiasmo.

Olivia no podía esperar para intentarlo. Hizo su mejor esfuerzo y, aunque al principio se cayó un par de veces, cada caída solo hacía que se levantara con más ganas. Finalmente, después de mucho trabajo, logró hacer su primera voltereta.

"¡Lo logré!", gritó felizmente.

Al volver a casa, corrió a contarle a su mamá.

"¡Mamá! Hice una voltereta en la clase de gimnasia, ¡siento que puedo volar!"

"Me alegra tanto, Olivia. Estoy orgullosa de ti por intentarlo", respondió su mamá con cálidez.

Con cada nueva clase, Olivia se volvía más hábil y confiada. Se unió al equipo de gimnasia de la escuela y empezó a practicar todos los días. Sin embargo, había otra niña, Clara, que era muy talentosa y a menudo era la primera en el equipo.

"Siempre serás la segunda, Olivia", le dijo Clara con una sonrisa competitiva un día.

Olivia sintió que un pequeño nudo se formó en su estómago. Pero en lugar de desanimarse, decidió trabajar aún más duro. Días y días pasaron, y aunque las competencias eran desafiantes, Olivia se esforzó al máximo.

Un sábado, había una competencia local a la que todos los gimnasios de la región asistirían. Olivia estaba nerviosa y su mente se llenó de dudas.

"¿Y si no lo hago bien?", se preguntó en voz alta.

"Recuerda, Olivia, lo más importante es que te diviertas y hagas lo mejor que puedas", la animó su mamá.

El día de la competencia llegó. Olivia vio a muchas gimnastas realizar sus rutinas con facilidad, y su corazón latía rápidamente. Cuando fue su turno, se puso de pie ante el público y, aunque todavía tenía un poco de miedo, respiró hondo y comenzó su rutina.

A medida que se movía por el escenario, su confianza creció. Las horas de práctica se reflejaron en cada movimiento que hacía. Al final de su rutina, el público estalló en aplausos.

Mientras esperaba los resultados, miró a Clara, que había hecho una actuación impresionante también. Pero después de unos minutos, el jurado anunció los resultados.

"¡El primer lugar es para Olivia!", gritó el presentador.

Olivia no podía creerlo. Saltó de alegría y corrió hacia su mamá, quien la abrazó fuertemente.

"Lo hiciste, hijita. Te merecías este triunfo porque trabajaste duro", dijo su madre con orgullo.

Desde aquel día, Olivia se dio cuenta de que no importa quién sea el más talentoso o quién gane. Lo importante es disfrutar lo que haces, esforzarte y nunca rendirte en tus sueños.

Con esa lección en su corazón, Olivia continuó practicando, compartiendo su pasión por la gimnasia con otros niños y siempre alentándolos a seguir sus sueños también. Cada día, orgullosa, mostraba a todos que lo más importante en la vida es descubrir lo que amamos y nunca dejar de perseguirlo.

FIN.

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