Brillando hacia el futuro



En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía Yakuel, un niño de ojos brillantes y sonrisa sincera.

Desde que su papá se fue a Estados Unidos en busca de trabajo, Yakuel había tomado la responsabilidad de ayudar a su mamá como podía. A pesar de ser muy joven, entendía la importancia de colaborar en casa y salir adelante juntos.

Una mañana, mientras caminaba por la plaza del pueblo, vio a Don Manuel lustrando zapatos con tanto esmero que los dejaba relucientes.

Esa fue la chispa que encendió una idea en la mente de Yakuel: ¿por qué no hacer lo mismo para ganar un dinero extra y así poder estudiar? Decidió acercarse a Don Manuel y pedirle que le enseñara su oficio. Al principio, el anciano zapatero dudó por la corta edad de Yakuel, pero al ver su determinación y entusiasmo no pudo resistirse. Así comenzó el aprendizaje de Yakuel en el arte de lustrar zapatos.

Los días pasaban y Yakuel se esforzaba al máximo para perfeccionar su técnica. Pronto, sus manos hábiles lograban dejar los zapatos tan relucientes como el sol del mediodía.

La gente del pueblo empezó a notar su talento y muchos preferían ir con él para que les diera brillo a sus calzados. Un día, mientras trabajaba afanosamente en la plaza, llegó un hombre elegante con unos zapatos desgastados y opacos.

"-Hola jovencito, ¿podrías darle brillo a mis viejos compañeros de camino?", preguntó el hombre con una sonrisa amable. Yakuel asintió con alegría y comenzó a trabajar en los zapatos del desconocido.

Mientras frotaba con fuerza, notó algo especial en aquel hombre: tenía una mirada sabia y amable que transmitía paz. Terminado el trabajo, el hombre le entregó una moneda generosa y le dijo: "-Sigue así, joven amigo. Tu dedicación te llevará lejos. "Aquellas palabras resonaron en la mente de Yakuel durante días.

Se dio cuenta de que quería seguir estudiando para convertirse en alguien importante algún día; alguien que pudiera ayudar no solo a su familia sino también a su comunidad. Decidió hablar con su mamá sobre sus sueños e inquietudes.

Con lágrimas en los ojos pero orgullosa del coraje de su hijo, ella le prometió apoyarlo en todo lo posible para que pudiera seguir estudiando.

Así fue como Yakuel combinó sus labores diarias como lustrador de zapatos con horas dedicadas al estudio. No fue fácil equilibrar ambas responsabilidades pero cada vez se sentía más cerca de alcanzar sus metas. Con esfuerzo y perseverancia logró ingresar a la escuela secundaria donde destacó por su inteligencia y dedicación.

Su historia inspiradora se extendió por todo Villa Esperanza hasta llegar a oídos del hombre elegante cuyos zapatos había lustrado tiempo atrás.

El hombre resultó ser un empresario exitoso quien quedó impresionado por la determinación de Yakuel e decidió ofrecerle una beca completa para estudiar en la universidad más prestigiosa del país.

Yakuel nunca olvidaría aquel momento cuando decidió aprender a lustrar zapatos como un acto simple pero valioso hacia sus sueños más grandes; porque supo desde entonces que cualquier meta es alcanzable si se tiene fe en uno mismo y se trabaja arduamente para conseguirla.

FIN.

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