Brillando juntas en Villa Esperanza


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Mariana. Mariana era una niña muy inteligente y creativa, pero también muy insegura.

Le costaba mucho trabajo socializar con los demás niños de su edad y siempre prefería quedarse en casa dibujando o leyendo libros en lugar de salir a jugar. Un día, mientras Mariana estaba en el parque dibujando bajo la sombra de un árbol, escuchó risas y voces a lo lejos.

Levantó la mirada y vio a un grupo de niños jugando felices juntos. Su corazón se llenó de tristeza al verlos tan contentos, mientras ella se sentía sola y apartada.

- ¡Hola! ¿Quieres venir a jugar con nosotros? -le preguntó Valentina, una niña del grupo que había notado a Mariana desde lejos. Mariana sintió un nudo en la garganta y no supo qué responder.

La idea de socializar le daba miedo, pero por dentro anhelaba tener amigos con quienes compartir momentos felices. - E-emm... sí, me encantaría -respondió tímidamente Mariana. Desde ese día, Mariana comenzó a salir más de su caparazón poco a poco.

Gracias a Valentina y los demás niños del pueblo, fue perdiendo el miedo a socializar y descubrió lo divertido que podía ser tener amigos con quienes jugar y reír. Pero un día, algo inesperado sucedió. Un nuevo niño llegó al pueblo: Martín.

Martín era muy extrovertido y seguro de sí mismo, lo contrario a Mariana. Todos los niños del pueblo se sentían fascinados por la energía positiva que transmitía Martín e inmediatamente se hicieron amigos suyos.

Mariana empezó a compararse con Martín y sus nuevos amigos, sintiéndose nuevamente insegura e inferior. Pensaba que nunca podría ser tan sociable como él o tener esa confianza en sí misma para hablar con extraños.

Una tarde, mientras caminaba por el bosque pensativa, escuchó la voz amigable de Valentina detrás suyo:- ¿Qué te pasa, Mariana? Te noto preocupada últimamente. Mariana suspiró y le contó a Valentina sobre cómo se sentía ante la presencia de Martín y sus amigos. Valentina sonrió comprensivamente y dijo:- Cada uno es especial a su manera, Mariana.

No tienes que ser como Martín o como nadie más para ser valiosa. Tú eres única tal como eres, con tus virtudes y tus miedos. Lo importante es aceptarte a ti misma y creer en ti.

Las palabras de Valentina resonaron en el corazón de Mariana como una melodía tranquilizadora. Se dio cuenta de que no tenía por qué compararse con nadie más porque cada persona es diferente y eso es lo que nos hace especiales.

A partir de ese momento, Mariana decidió trabajar en su autoestima todos los días recordándose lo maravillosa que era tal como era.

Poco a poco fue ganando confianza en sí misma hasta llegar al punto en el que ya no le importaba si era tan extrovertida como Martín o no; solo quería ser la mejor versión de sí misma.

Y así fue como Mariana dejó atrás sus miedos e inseguridades gracias al apoyo incondicional de Valentina y aprendió una valiosa lección: cada uno brilla con luz propia cuando se acepta tal como es.

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