Brillando juntos en el universo



Había una vez en el cielo un sol brillante y una luna plateada. El sol era radiante, llenaba de luz y calor a todos los seres vivos durante el día.

Mientras que la luna iluminaba las noches con su suave resplandor, acompañando a los soñadores y enamorados. Una noche oscura, la luna estaba llorando en silencio. Sus lágrimas plateadas caían lentamente alrededor de las estrellas.

El sol, preocupado por su amiga la luna, se acercó a ella y le preguntó: - ¿Por qué lloras, querida Luna? La luna levantó la mirada y entre sollozos respondió:- Lloro porque tu brillo es tan intenso que opaca mi propia luz. Me siento insignificante a tu lado.

El sol acarició con cariño a la luna y le dijo con ternura:- Querida amiga, cada uno de nosotros tiene un papel importante en este mundo. Tú iluminas las noches más oscuras, traes calma y paz a quienes te observan.

Yo doy energía y vida durante el día. Ambos somos necesarios para equilibrar el universo. La luna levantó la mirada sorprendida por las palabras del sol. - ¿En serio crees eso? -preguntó incrédula.

El sol asintió con firmeza y continuó:- Sí, querida Luna. Todos brillamos de diferentes maneras. Tú tienes tu propio encanto misterioso que enamora a todos los seres nocturnos. No permitas que mi brillo te haga sentir menos especial.

La luna sonrió tímidamente mientras sus lágrimas se secaban poco a poco. - Gracias, Sol. A veces olvido lo importante que es cada uno de nosotros en este vasto universo.

Desde ese día, la luna dejó de compararse con el sol y abrazó su propia belleza única. Cada noche brillaba con más intensidad, iluminando los corazones de aquellos que se detenían a contemplarla. Y así, el sol y la luna comprendieron que juntos formaban parte de un equilibrio perfecto en el cielo infinito.

Brindaban luz y esperanza a todos aquellos que aprendían a valorar su singularidad y belleza interior. Y colorín colorado, este cuento ha terminado pero recuerda: ¡siempre brilla con tu propia luz!

FIN.

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