Brillo en la Oscuridad



Había una vez un niño llamado Matías, que soñaba con viajar al espacio para conocer las estrellas.

Cada noche, se acostaba en su cama y miraba a través de la ventana, fascinado por el brillo de esos pequeños puntos luminosos en el cielo. Matías tenía un amigo muy especial, su oso de peluche llamado Carozo. Carozo era un oso adorable con grandes ojos negros y una sonrisa siempre presente.

Aunque solo era un juguete, Carozo siempre acompañaba a Matías en todas sus aventuras. Un día, mientras Matías y Carozo estaban jugando en su habitación, se les ocurrió una idea emocionante: construir una nave espacial para poder viajar al espacio juntos.

Sin perder tiempo, buscaron materiales por toda la casa: cartón, papel de aluminio y pegamento. Con mucha imaginación y trabajo en equipo, crearon una nave espacial increíblemente brillante. Estaban listos para despegar hacia las estrellas.

"¡Prepárate para la aventura más grande de nuestras vidas!" -dijo Matías emocionado. Carozo asintió con entusiasmo mientras abrochaba su cinturón de seguridad hecho con un trozo de tela. La nave espacial despegó del piso y comenzó a volar por toda la habitación.

Los muebles se convirtieron en planetas gigantes y los juguetes flotaban como si no hubiera gravedad alguna. Era como estar realmente en el espacio. Pero justo cuando pensaban que todo iba perfecto, algo inesperado ocurrió: un agujero negro apareció frente a ellos.

La nave espacial fue absorbida por el agujero negro y comenzaron a dar vueltas sin control. "¡Ayuda, Carozo! No sé cómo salir de aquí" -dijo Matías asustado.

Carozo, siempre valiente y astuto, recordó lo que había leído en un libro sobre agujeros negros. Le dijo a Matías que debían encontrar una estrella fugaz para pedirle un deseo y así poder escapar. Con esfuerzo, lograron avistar una pequeña estrella fugaz.

Rápidamente cerraron los ojos y pidieron con todas sus fuerzas: "Queremos volver a casa". Cuando abrieron los ojos, se encontraban de vuelta en la habitación de Matías. La nave espacial estaba hecha añicos en el suelo, pero ambos estaban sanos y salvos. Matías abrazó fuertemente a Carozo mientras sonreía aliviado.

Aunque no habían alcanzado las estrellas como querían, habían aprendido algo más importante: la importancia de la amistad y el valor de nunca rendirse.

Desde aquel día, Matías siguió mirando las estrellas cada noche desde su ventana junto a Carozo. Sabía que aunque no pudiera viajar al espacio físicamente, siempre podría hacerlo en su imaginación con su amigo fiel a su lado.

Y así vivieron muchas aventuras juntos, disfrutando del mágico brillo del universo desde la comodidad de su hogar.

FIN.

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