Bruna, la traviesa perrita
Había una vez en un hermoso pueblo, una traviesa perrita llamada Bruna. Bruna era una cachorra negra y blanca, llena de energía y curiosidad. Le encantaba corretear por el jardín y saltar sobre las plantas, rompiéndolas sin darse cuenta.
También disfrutaba haciendo grandes pozos en la tierra, desenterrando tesoros imaginarios. Sus dueños, Marta y Juan, se desesperaban cada vez que encontraban el jardín destrozado por las travesuras de Bruna. -¡Bruna, otra vez rompiste las plantas! -exclamaba Marta con tono regañón.
-Lo siento mucho, no lo hice a propósito, ¡es que me divierto tanto jugando! -respondía Bruna con carita de pena.
Marta y Juan intentaban enseñarle a Bruna a comportarse, pero la traviesa perrita no entendía por qué no podía seguir divirtiéndose como siempre. Un día, mientras Bruna jugaba en el jardín, se acercó un simpático gatito blanco y gris llamado Manchitas. -Hola Bruna, ¿por qué estás tan triste? -preguntó curioso.
-Mis dueños se enojan mucho porque rompo las plantas y hago pozos en la tierra. No entienden que es mi forma de divertirme -respondió Bruna con tristeza. -Entiendo cómo te sientes. A mí también me regañan a veces, pero luego me enseñaron a jugar sin dañar nada.
Podemos divertirnos de otras maneras, ¿te gustaría jugar a buscar palitos? -propuso Manchitas. Bruna aceptó entusiasmada y juntos comenzaron a buscar palitos por el jardín, saltando y corriendo sin romper nada.
Marta y Juan observaron sorprendidos cómo Bruna y Manchitas jugaban felices, cuidando las plantas y respetando el jardín. Desde ese día, Bruna aprendió que podía divertirse de muchas formas sin causar destrozos.
Aunque a veces la tentación de hacer pozos en la tierra era grande, recordaba a su amigo Manchitas y encontraba otras maneras de divertirse. Y así, Bruna se convirtió en una perrita más responsable y comprensiva, enseñando a otros cachorros que siempre hay formas divertidas de jugar sin dañar nada.
FIN.