Brunella, la valiente bailarina
Había una vez una niña llamada Brunella, a quien le encantaba bailar, cantar y pasar tiempo en el jardín.
Todos los días, después de la escuela, iba al parque más cercano a su casa para jugar con sus amigos y disfrutar del aire libre.
Un día, mientras jugaba en el jardín con sus amigos, la mamá de Brunella llegó corriendo y le dijo: "Brunella, ¡es hora de ir al médico! Te van a poner una vacuna para mantenerte sana y fuerte". Brunella se puso un poco nerviosa porque no le gustaban las agujas, pero sabía que era importante cuidar de su salud. Llegaron al consultorio del médico y allí estaba la enfermera esperándolos.
"¡Hola Brunella!", dijo la enfermera con una sonrisa. "No te preocupes por la vacuna. Será rápido y no dolerá mucho". Brunella asintió con valentía mientras se sentaba en la silla.
La enfermera preparó todo lo necesario y rápidamente administró la vacuna. Para sorpresa de Brunella, apenas sintió un pequeño pinchazo. La enfermera le dio un caramelo como recompensa por su valentía y le dijo: "¡Eres muy valiente! Ahora ve a celebrarlo tomando un helado".
Con una sonrisa en el rostro, Brunella salió del consultorio junto a su mamá y fueron directo a la heladería más cercana. Al llegar allí, había tantos sabores deliciosos que era difícil elegir solo uno.
Después de pensarlo un poco, decidió pedir helado de chocolate, su sabor favorito. Mientras saboreaba su helado, Brunella pensó en lo valiente que había sido durante la vacuna.
Se dio cuenta de que, a veces, las cosas que parecen asustadoras no son tan malas como uno piensa y que es importante enfrentar los miedos para poder disfrutar de las cosas buenas de la vida. Después de terminar su helado, Brunella decidió seguir explorando el parque con sus amigos.
Bailaron y cantaron juntos mientras el sol se ponía lentamente. La tarde fue llena de risas y diversión, y Brunella se sintió feliz y orgullosa de sí misma por haber superado sus miedos.
A partir de ese día, cada vez que Brunella tenía miedo o enfrentaba una situación difícil, recordaba cómo había superado su temor a las agujas. Aprendió que la valentía no significa no tener miedo, sino enfrentarlo y seguir adelante. Y así, Brunella continuó bailando, cantando y disfrutando del jardín todos los días.
Siempre recordaría aquel día en el consultorio del médico como un momento especial en el que descubrió su propia fortaleza interior.
FIN.